Alfonso Mata
Nuestra gente es espontánea y esto fue lo que dijeron en esta encuesta a boca de calle previo a las elecciones presidenciales:
La campaña pone a unos y a otros abiertamente en la calle, pero adentro …puros compadres.
Yo les ayudo a todos, todos son mis amigos y el que gana me ayuda luego, los otros me olvidan, pues cambian de rumbo.
La política es magia, eso lo aceptamos y no razones, ya estamos en eso adiestrados.
Ese candidato no tiene nada, va a ver que pepena; el otro…ya sabe, no va a huevear tanto.
La gente: Ignorancia recubierta de ingenuidad, su conocimiento sobre política es totalmente empírico y vacío. Es un asunto de poca importancia dentro de su hacer diario y si alguien propone diferente, entran de un salto en desconfianza: la duda, la ciencia, el saber despierta en ellos temor.
Se necesita una vida de machos para cambiar eso y de cerebros para llegar lejos, eso no se cultiva por acá.
El que va a votar y el que no también, ven muy lejos lo que un Gobierno puede hacer por ellos, y más lo que ellos pueden lograr.
Solo yo puedo velar por yo y Dios que me ayude.
Sepan que los vigilamos le advertimos siempre al ganador. Lamentablemente con los ojos cerrados y las canillas encogidas.
Las cosas se complican con las elecciones, pero luego vuelven a la normalidad, nadie juega con fuego.
Para la plebe –decía mi abuelo- hay dos misterios: religión y Gobierno, al primero le rinden respeto por adoración y al segundo por temor. Por ninguno hacen nada.
En este pueblo y los que quedan a mil metros a la redonda, uno responde según es el sapo; toda cosa tiene dos verdades: la que usted, el político, el cura o el militar quiere y la que nos tragamos sin hablar de ella pues nos cuelgan del buche.
El guatemalteco es bien cuentero y no es sigiloso y certero donde debe serlo, por eso responde siempre de mentiras y con chistes.
El problema no es de voto, es que todos quieren todo y nadie se conforma con poco; no es problema de distribución sino de arrebatar. En lugar de una mano uno se topa con docenas y nadie quiere perderse nada; eso no favorece pero tampoco entorpece.
Este pueblo es de locos, no pasará la próxima cuaresma y ya nos daremos cuenta de haber caído en otra trampa, eso sí, cargaremos los nazarenos y las dolorosas, hay que traspasar dolores y estupideces a otros.
Acosado por la desesperación, la única lotería que me queda es el voto, pero sin responsabilidad, pues me trajeron y alimentaron.
Créanme, fueron pensamientos de momento que nunca tomamos en cuenta. Tengo la impresión de que el cándido y melancólico pueblo con ese gesto majestuoso de expresarse sabe y afirma: por ahí no va el cambio, a sabiendas de que vive en un mundo espantoso y peligroso del que es parte y no solución.