Francisco Cáceres

caceresfra@gmail.com

Nació en Guatemala el 19 de Julio de 1938; tiene estudios universitarios y técnicos en ciencias jurídicas y sociales, administración empresarial, pública, finanzas, comunicación, mercadeo y publicidad. Empresario, directivo, consejero y ejecutivo en diversas entidades industriales, comerciales y de servicio a la comunidad. Por más de 28 años consecutivos ha sido columnista en este medio.

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Francisco Cáceres Barrios
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De niño mis padres me llevaban a las funciones matinales de domingo de aquel entonces, en donde proyectaban las películas en serie de vaqueros en donde siempre ganaban los buenos. Contaba mi madre que un día respondí a la pregunta de –¿quiéres ir a la matinal? Con una rotunda negativa, pues en la última película que había visto ganaron los malos. Me contaban que eso me había afectado de tal manera que jamás acepté volver a ver este tipo de películas. Una similar sensación me embargó hace algún tiempo y ahora todavía más cuando me enteré que la CICIG había empezado a retirarse de los tribunales en los casos de corrupción en que figuraba como querellante adhesivo, pues ante la terminación anticipada del convenio con la ONU el próximo 3 de septiembre, se inició el proceso de transición que incluye su retiro paulatino en los mencionados casos.

Todavía hay ilusos o poco realistas que piensan que una CICIG netamente guatemalteca o “reestructurada” podría funcionar. Argumentan otros, que podría ser sustituida por el Ministerio Público pero, por lo visto y vivido y habiendo aprendido las lecciones recibidas en sus doce años de experiencia, me parecen ideas demasiado utópicas para que semejante cosa fuera posible, especialmente cuando el combate en contra de la corrupción y la impunidad en Guatemala ha resultado prácticamente imposible de hacer, por las sólidas estructuras cimentadas a lo largo de años, tanto por funcionarios políticos con amplios poderes, como por el deplorable sistema de justicia que perdura en nuestro país, como que existen demasiados empresarios y particulares todavía que les sigue gustando la manera fácil de hacerse del dinero de los recursos del Estado, los que la mayoría de ciudadanos sufragamos a través del pago de nuestros impuestos y contribuciones.

Algunas organizaciones calificaron de títere al presidente Jimmy Morales por consentir que empresarios y políticos corruptos lo influenciaran hasta cancelar anticipadamente el convenio de la CICIG. Nada más falso, pues a todos consta que ocurrió lo contrario, cuando él aprovechó la coyuntura de salir él y miembros de su familia afectados por el mismo, decidió apoyar la estrategia de armar un frente común haciendo señalamientos de todo tipo tanto al Comisionado, a la Fiscal como al equipo completo del Ministerio Público que los acompañaba, hasta el punto de crear una psicosis colectiva de tal envergadura que, hasta quienes abiertamente manifestamos nuestro apoyo a erradicar la corrupción y la impunidad sentando precedentes serios y formales, fuimos señalados estúpidamente de pertenecer a un sector de la extrema izquierda, persiguiendo instaurar en el país un régimen al estilo venezolano de Chávez/Maduro y sus secuaces.

El ataque fue despiadado y a pesar que tantos corruptos habían puesto sus pies en polvorosa, se acusó a dignos jueces de no darles el beneficio de la duda, de negar su inocencia hasta no demostrar lo contrario, como de enviar a los encartados a la cárcel sin permitir medidas sustitutivas. Finalmente, terminaron ganando los malos.

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