Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

Lo que está sucediendo en la actualidad y nos tiene ocupados con este famoso Acuerdo de Tercer País Seguro no es nada más y nada menos que la consecuencia directa de que el tema de la migración sigue siendo el punto toral de la campaña del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Por esa razón es que se le está dando el enfoque de “represión” y no de prevención y así es como se debe entender la razón por la que los Estados Unidos han presionado para esto, incluso más que cuando fueron bastión para que en Guatemala se abandonaran los principales esfuerzos que buscaban atacar las causas estructurales que generan migración, entre las que se encuentran la corrupción y la impunidad que empujan a muchas personas a salir, sumado a otros factores.

Uno entiende que hay quienes han decidido servir a la causa de Trump pero no se puede caer en una posición de todo o nada por parte de quienes actúan por el miedo que puede infundir llevarle la contraria. Yo siempre he dicho que Guatemala, de haber negociado sin cargo de conciencia, de frente e informando, habría podido alcanzar un acuerdo que ayudara a Estados Unidos y beneficiara a nuestro país, en especial a los millones de chapines en el territorio americano y que aportan a las economías de ambos países.

Aquí en La Hora hemos dicho que las amenazas de Trump fueron un compadre hablado entre los Gobiernos para forzar la salida de los apoyos que recibió Morales que, de paso, cargaron la mano contra la Corte de Constitucionalidad (CC). Apoyos que por cierto el Gobierno de Trump se ha encargado de agradecer.

Pero si esas amenazas se hubieran concretado (o se concretan) porque legalmente este acuerdo que firmaron no tiene ni pies ni cabeza y salvo que extorsionen a la CC esto no debería ir a ningún lado en la vida jurídica (es nulo), el efecto que provocarían las mismas es más migración porque pegaría en el corazón de esas familias que logran vivir de las remesas o las exportaciones y no habría muro, ejército o medida que resistiera la olla de presión que generaría la desesperación.

Quizá no le han informado a las autoridades de Estados Unidos, pero nuestra realidad amerita una cirugía mayor porque la justicia no es pronta y cumplida gracias al secuestro del sistema que se facilitó por el manoseo de las comisiones, lo que no le da esperanza a un ciudadano ante una extorsión ni ofrece certeza al empresario/emprendedor que hace bien las cosas.

Nuestro sistema de compras fue tan “tocado” para hacer negocios, que no permite que la ejecución del dinero se invierta en la gente y las urnas no terminan siendo una expresión real de la democracia sino una elección del menos malo, del que tiene menos mafias aparentes, del que puede hacer algo un poco mejor que el otro, del que no está aliado el Gobierno de turno y de listados para el Congreso que llevan muchas cosas malas y pocas buenas.

La educación y la salud terminan siendo un privilegio en lugar de un derecho para millones y así hay abundantes situaciones en torno a ejemplos de realidades que deberíamos de abordar si verdad nos preocupa la migración y las causas que la generan.

El cambio en Guatemala es un tema económico y eso todos lo sabemos (hasta Trump y los promotores del País Seguro), pero en lugar de enfocarnos en cosas que de verdad nos pueden ayudar a salir del atolladero, se optó por enfocar esto como un elemento de la campaña de reelección del Presidente que desea venderle a su base que hay menos gente en la frontera, aunque aquí estemos a las puertas de una crisis sin precedentes si se implementan los acuerdos negociados por un Gobierno que no informa, que no negocia y que solo obedece porque la gallina con loroco tiene abundantes efectos secundarios.

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