Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Es tal el enredo que han armado los funcionarios involucrados en las negociaciones con Estados Unidos que hay gente y medios de comunicación que parecen creer que el sentido de lo pactado es que la gente tenga que pedir asilo en Guatemala para quedarse aquí, cuando la realidad es que a los migrantes que pasan por nuestro país para llegar a la frontera norteamericana se les va a exigir, de acuerdo a lo pactado, que desde aquí hagan la gestión y esperen aquí a que les sea resuelta.

Según el glosario de ACNUR para el tema de los refugiados, el de Tercer País Seguro es un concepto “usado como parte de los procedimientos de asilo para transferir la responsabilidad del examen de una solicitud de asilo de un país de acogida a otro país que es considerado seguro (es decir, capaz de proporcionar protección a los solicitantes de asilo y los refugiados). Esta transferencia de responsabilidad está sujeta a ciertos requisitos que se desprenden del derecho internacional, en particular el principio de no devolución”.

En otras palabras, no sólo se trata de que realicen desde aquí su gestión sino que la misma será examinada aquí y asumimos el compromiso de proteger a los solicitantes de asilo y la obligación de no devolverlos a su país de origen. Por muy incapaces que sean los funcionarios guatemaltecos que han negociado ese acuerdo, no pueden pasar por alto que se trata de un compromiso demasiado serio como para verlo a la ligera y por ello es que resulta incomprensible que los dirigentes empresariales del país no se preocupen seriamente ante lo que se nos puede venir a los guatemaltecos.

Y, más aún, que no están entendiendo que se viene un manotazo a la institucionalidad del país, tema con el que les pasará lo mismo que con lo de la soberanía. Usaron lo de la soberanía a su conveniencia para librarse de la CICIG y de la persecución iniciada por los delitos de financiamiento electoral ilícito que metieron en el mismo costal a Jimmy Morales y los empresarios más copetudos del país y ahora se demuestra que la soberanía es lo menos importante porque nos están colocando de alfombra para que juguemos un papel clave en el proceso de reelección de Donald Trump, al habernos sometido a sus groseras y amenazantes exigencias.

En aquellos días, de la lucha contra la CICIG, también se habló de ideologías y decían que era una campaña izquierdista contra los “respetables” conservadores del país, advirtiendo que lo que se quería era convertir a Guatemala en otra Venezuela. Pues para su quebrón de cara, estamos a punto de convertirnos en una Venezuela pero no por cuestiones ideológicas sino de pragmatismo de una dictadura de la corrupción que se hartó de los controles institucionales y para ello saldrá de la Corte de Constitucionalidad a la brava y con el apoyo de Trump, para luego mandar al chorizo al TSE y sus elecciones, de manera que puedan prolongar su impunidad por mucho tiempo más.

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