Mario Alberto Carrera
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De este lado del conflicto el panorama se ve de un modo. De un modo que da un perfil de monumental importancia a nuestras discusiones guatemaltecas -de claros puntos de vista unidimensionales- donde el Ejecutivo, el Congreso de la República y la Corte de Constitucionalidad hablan (porque los pobres no dialogan o más bien no discuten) cada quien por su lado, del famoso tema que nos ocupa –con gran agobio de medios y columnistas variopintos- es decir: ¡se habla del “tercer país seguro”! Tres términos que forman una locución inverosímil en español y que, como ya dije una vez, debe ser una traducción cruda y libérrima del inglés que sólo el Pentágono y la Casa Blanca –tan cultos ellos- entienden en toda la extensión de su semántica. “Tercer”. “País” “Seguro”. ¿Tercero en el orden de qué? Lo entendimos por contexto pero nunca -la famosa Embajada- dio una explicación clara. “País”. Ese término debió haber sido traducido por corral o depósito (el término “repositorio” no es adecuado porque ello es una alacena: P.L.) porque si de veras se estuviera hablando en términos de país -de país con Pe mayúscula- tendría que comenzarse la negociación en el contexto semántico de soberanía (que de ello poco o nada se ha hablado) que es acaso el rasgo paradigmático que la voz país debe contener como significado del signo.
Y finalmente, sobre el término “seguro” se han hecho tantas burlas y chacotas a su uso, aplicado a nuestro país, porque es uno de los países más inseguros del planeta, que ya no vale la pena insistir en ello.
Pero para atar el hilván que viene del primer párrafo cuando digo “de este lado del conflicto el panorama se ve de un modo…”, el enunciado siguiente debería ser ¿y cómo se ve “del otro”?
Tendemos a darle suma importancia a lo que “nosotros” (o a veces cada uno) pensamos sobre algún problema o simple fenómeno y rara vez tenemos la audacia y la bizarría intelectual de atrevernos a pensar cómo puede o podría estar pensando “el otro”, entorno a nosotros.
En este caso lo que menos importa es lo que nosotros pensamos o hacemos: el Presidente intenta firmar un acuerdo para un tercer país seguro. La Corte de Constitucionalidad le indica al postPresidente que es al Congreso al que le toca determinar lo del tercer país seguro y, el Congreso, se hace medio baboso y sólo uno o dos diputados –en lo personal- han externado una superficial opinión en torno a qué podría pasar si el affaire accediera hasta la Institución más importante del país: el Congreso.
Lo que debe preocuparnos ahora es lo que “el otro”, programa, proyecta.
Señores: estamos frente al clon de Hitler. Para él basta con que seamos latinos para ser absolutamente infames y miserables y observados por él con deleznable aporofobia y con una xenofobia galopante. Por lo mismo, las amenazas de Trump son las que en este momento son más preocupantes y no los revuelos internos que ya narré arriba.
Trump está realmente molesto por no decir indignado e irritado al máximo. Que Guatemala se convierta en tercer país seguro sería una tragedia nacional. Tendríamos el primer Auschwitz platanero. Pero que se impongan impuestos, sanciones arancelarias o que se hagan gravámenes leoninos a las remesas que tanto sufrimiento envían los que lograron colarse en EE. UU., también sería trágico.
De los dos modos estamos perdidos. Por eso digo que estamos frente a un dilema porque cualquiera de las dos “soluciones” es un suicidio nacional. Un dilema es un razonamiento insoluble, porque del modo como se presenten las premisas siempre el razonamiento entrará en un cul-de-sac.
Ampliaré lo del término aporofobia el próximo lunes, básico para entender muchas cosas.