Francisco Cáceres Barrios
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El llamado harakiri (corte del vientre) es el ritual del suicidio japonés que se realiza en forma voluntaria, dicen que para morir con honor en lugar de caer en manos del enemigo y ser torturado o bien como una forma de pena capital para quienes han cometido serias ofensas o se han deshonrado. Pues en algo por el estilo ha venido cayendo la población mundial con eso de utilizar las redes sociales de comunicación, que en principio y desde mediados del año 2009, nos facilitó la electrónica moderna para dar información, hacer comentarios, emitir opiniones o material educativo, desviándola para que únicamente sirva para lanzar críticas u ofensas, muchas de ellas despiadadas, en contra de quien les caiga mal, no simpatizan por su manera de ser, la posición que haya alcanzado o simplemente como desfogue personal con aviesos fines.
Muchos malos actores de las redes sociales se apropiaron de su capacidad de ser anónima. No solo porque haya infinidad de formas de ocultar quién es el que está detrás de quien envía un mensaje, sino porque sus aplicaciones son tan diversas que se estima que no haya un solo campo o materia del ser humano en que no pueda aplicarse sin embargo, sus abusos han llegado a tal extremo que su fin de “negocios” con que fue creado, cayó en desuso, al permitir que gente inescrupulosa provocara que, en vez de añadir valor a las cosas, se lo hayan disminuido y hasta eliminado, hasta caer en el peor de los predicados.
Entonces el bien social de las redes de la tantas veces mencionada web se ha ido perdiendo, fuera por la delincuencia individual o la organizada apoderándose de su gran facilidad de acceso, llegando hasta el vandalismo, robo, secuestro, acoso, campañas negras y tantos males más que han llegado hasta cooptarlas con fines en donde no tienen cabida los escrúpulos, los valores, los principios éticos y religiosos que debieran normar la vida de los seres humanos.
Tristemente los chapines caímos en esta última jugada. Hoy comprobamos que se insulta u ofende a cualquiera señalándolo de cometer cuántas características, condiciones, faltas o delitos sea posible asignarle o de atropellar la personalidad de otro ser humano o entidad, hasta para ser señalados de cuáles puedan ser sus preferencias sexuales, incluso produciendo cualquier tipo de material, que también la electrónica facilita, para servir de pruebas fundamentales para sostener el infundio o bien, para señalar defectos físicos o características personales que puedan provocar desagrado, desmedro o desafecto en cuanto a la personalidad o ambiciones políticas. Hasta en esto último hemos caído. Sí, en el colmo de la quiebra de valores y lo peor de todo, es que nuestra capacidad humana es tan ínfima que no es fácil encontrar la forma fácil y rápida para poder combatirla eficazmente, pues el ser humano debe autoconvencerse previamente de lo que es bueno o malo. No hay otra salida o remedio. No cabe otra solución.