Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

¿Desde cuándo comenzó a importar el tema del sueño? No preciso fecha, pero no pasa desapercibida por la industria del libro. Nótelo, cada vez es más frecuente en los anaqueles de las librerías los textos que, al tiempo de reflexionar sobre la importancia del tema, ofrecen sugerencias y proponen aplicaciones para lograr una vida saludable con mucho bienestar.

Yo mismo he sucumbido en las garras de la mercadotecnia para convertirme en un obsesionado de mis horas de sueño. Ya sabe, la conciencia de dormir poco, en mi caso una media de cinco horas y media. Y ya me tiene todas las noches con mis artilugios electrónicos trazando las etapas por las que pasa mi anhelado descanso.

¿Para qué sirve tanta medición?  Para nada, leo recientemente en un artículo de The New York Times, titulado “The Sad Truth About Sleep-Tracking Devices and Apps”.  Inútil, según el artículo, porque las medidas no ofrecen sugerencias, y más aún, al parecer la mensurabilidad no es nada precisa… O sea, amigo lector, un autoengaño de campeonato.

El conocimiento del mal sueño, dice el autor, es empeorar el insomnio y provocar obsesión. “Do not check your sleep data on a regular basis”, sugiere el columnista.  O sea, es algo así como decir que si usted cree en las Apps de medición de sueño, se sentirá no solo cansado, sino que cambiará su sentido del humor.  Ignórelas.

Quizá dormir bien tenga que ver con la conciencia tranquila, pero como nos hemos vuelto canallescos e infames, mentirosos e intensos, estresados y ambiciosos, muy frustrados en medio del universo consumista, es difícil descansar al mejor estilo budista. Al parecer lo nuestro es la inquietud, los afanes por las redes sociales y el interés por ver notificaciones antes y después de dormir.

Vivimos con la adrenalina a tope, con una dieta que desfavorece el sueño, necesitados de experiencias, con sed de premios, dependiendo del efecto narcótico de los “like” y la aprobación de las fotos que subimos en Instagram. Estamos nerviosos, pensando en conservar el trabajo, en el depósito del mes que no llega, dispersos en el maremágnum de la vida cotidiana. Creo que nunca ha sido tan difícil dormir a pierna suelta.

¿Cómo hacían nuestros antepasados? Quizá no eran tan distintos, pero contaba a su favor un modelo de vida más sano. Mejor alimentación, menos presión laboral, siempre lúdicos, pero sin la obsesión por los juegos que distrae tanto a pequeños y grandes. Una vida con preocupaciones básicas, sin el interés extremo por sobresalir y tener éxito (ese que nos impone la industria y la cultura actual).

No sé si a usted le preocupa eso de dormir bien y medir su calidad con vistas a llevar una vida saludable. Es un tema que se impone, pero más allá de ello, quizá valga la pena considerarlo. Ya me dirá alguno que para dormir está la eternidad, pero hasta eso ha perdido sentido en un mundo en el que lo único que cuenta es el aquí y ahora. Vamos, hagamos las cosas bien y procurémonos una mejor vida, para bien nuestro y sobre todo la de los demás.

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