Ana Cristina Morales

crismodenesi@gmail.com

Médica y cirujana licenciada por la Universidad de San Carlos de Guatemala, especializada en psiquiatría con arreglo al Programa USAC/IGSS. Con las especializaciones de atención en psicoterapia a mujeres maltratadas, así como en adicciones y Supervisora psicosocial. Autora de -Aprender a perdonar. “Una herramienta en psicoterapia”, publicación personal, y coautora del artículo: “Consecuencias biopsicosociales del abuso sexual”, del libro Síndrome de intestino irritable y otros trastornos relacionados, publicado por Editorial Panamericana. Del libro “El perdón y la salud” de editorial Plataforma. Columna de opinión “Conversando con la Psiquiatra” en el periódico guatemalteco “La Hora”, Trabaja en oficina privada como psicoterapeuta y psiquiatra.

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Dra. Ana Cristina Morales Modenesi

Los niños tienen esperanzas y sueños de ser y hacer. Actúan, sienten y piensan de forma cándida. Para ellos no hay discriminaciones o limitaciones. Acarician el mundo y creen que este está dispuesto a tratarlos de la misma manera.

Pero también existen niños que desde prematura edad ejercen papeles de adultos. Y que no alcanzan a soñar, o tal vez sí, sueñan y también alucinan con su necesidad más inmediata. Un plato de comida, mejor si calientita, para mitigar su hambre. Aunque también, puedan poseer sueños como los de los otros, pero, la vida misma, se encarga de situarlos constantemente en una realidad.

Hablemos solo de quienes sí alcanzan a soñar. Imaginemos a un niño disfrutando del vivir, creyendo en la bondad y no cuestionando su existencia. Uno que con cada estímulo descubre con curiosidad y felicidad algo nuevo. Que inquieta sus sentidos en ese percibir en el intercambio vital.

Un niño que no encuentra dicotomías en sus sentidos. Que no ha aprendido o no se le ha enseñado a discernirlas. Alguien que se emociona al ver a sus padres y seres queridos, que se asombra y alegra ante la escucha de la música, que desea bailar ante su presencia, que se encuentra ávido de percepciones, de sentires, de descubrimientos. Alguien que llora ante una caída, un raspón o el dolor físico ocasionado por algún padecer y se repone en un abrir y cerrar de ojos.

Un niño que, con el volar de un ave, pueda considerar también su propio volar. A quien un pequeño jardín le pueda parecer una jungla. Uno que de la mano de sus padres se conduce con confianza y alegría en su día a día. Que las cosas simples le son sensibles y perdurables, también, motivo de alegría y expresión de su amor por la vida.

Sueña con personajes de sus historias favoritas. Sueña con ser alguno de ellos, con ser músico, astronauta, bombero, pintor, médico… sueña sin creer en los milagros, solo sueña porque sí.

Vive un presente sin angustias por un futuro o recriminaciones de un pasado. Sus ilusiones, ensueños y sueños, son una sola cosa. Destinados a convertirse en su realidad.

¿En qué momento? Las cosas puedan cambiar. De adultos, en muchas ocasiones, se olvidan los sueños y las pequeñas cosas que impregnaban de alegría sus vidas.

A tal extremo, que se olvidan de quién deseaban ser.

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