Jesús Abalcázar López*
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Aquí en Chapinlandia, la ciudadanía no tiene esperanza que su futuro pueda mejorar, por lo que, la segunda vuelta electoral no le genera ningún entusiasmo respecto de la realidad económica, política y social de Guatemala. La mayoría ignora o duda o sabe que aquí no va a pasar nada, que la suerte de la gente está echada y sin posibilidades de algún cambio positivo, que pudiera permitir una solución a nuestra agobiante crisis de desesperación y sufrimiento; ante todo, porque, lo que pasa, lo están soportando en carne propia, padeciendo la agonía del hambre, los duelos inesperados, la corrupción, la impunidad, y hasta la inmunidad, que no es más que un premio para los dignatarios, funcionarios y hasta los empleados corruptos, de los tres poderes del Estado, para que así, sigan delinquiendo.
Todo lo expresado, nos golpea sin clemencia, sin razón de ser, ni justificación. Aquí no vale la expresión ¡Quéjese!, porque no existe ninguna persona responsable, dependencia u oficina pública, donde el ciudadano se pueda quejar. Ahora, si se tuviera la suerte de que alguien le atendiera, perdería la esperanza de que le pongan el interés necesario, para la solución de dicho problema, porque, el asunto carecerá de la diligencia personal necesaria, con lo cual, dormirá, placenteramente, “el sueño de los justos”. Pero, volviendo a nuestro tema central, ya nos imaginamos las colas de votantes, unos alentados, que son los que tienen mejores y hasta superiores condiciones económicas, y otros desnutridos, que sueñan para que las elecciones les traigan el pan y las hierbas que necesitan para comer, aunque sea lo mínimo, por algún tiempo, cuando bien les vaya, porque soñar con huevos y carne, es algo difícil de esperar.
Es seguro que hay muchas dudas sobre lo que le espera a la población, sumida en el desamparo y ante todo en el abandono en que han permanecido, por décadas, las comunidades del área rural y los campesinos y obreros de las áreas semiurbanas y empobrecidas, que habitan, de manera marginal, en los municipios y aldeas del país. De lo que se espera de los dos contendientes en la carrera presidencial, no se ven ventajas sustanciales, entre lo propuesto por un candidato y por la otra candidata. Tanto, Alejandro Giammattei, como Sandra Torres, son candidatos, sin programas que podrían impulsar el desarrollo que favorezca a las mayorías desposeídas, que claman por una verdadera justicia social y por una auténtica garantía de seguridad, para vivir en Guatemala. El Estado Republicano actual, no ha podido mantener el orden público, debido a la inoperancia de las fuerzas de seguridad, quienes han sido rebasados por los delincuentes y los mareros, que actúan con una inadmisible y sanguinaria impunidad, totalmente al margen de la ley.
De hecho, un Estado que demuestra su ineficiencia e incapacidad para imponer el Estado de Derecho, el orden público, la paz, el ambiente social para el desarrollo armónico de la sociedad y las diferentes comunidades del país, que se pueda concretar, no solo en aspectos de la seguridad ciudadana, sino también en la aplicación de la justicia y en la generación de leyes que coadyuven a la persecución penal, encarcelamiento y procesamiento de los culpables, con las respectivas sentencias condenatorias, para los delincuentes y mareros criminales y para los dignatarios, funcionarios y empleados corruptos: “Es un Estado fallido”, inexistente. Y a como se aprecia y se vislumbra la situación nacional caótica, es difícil anticipar cambios que devuelvan la tranquilidad a la ciudadanía honrada, la que sigue imposibilitada hasta de poder salir a la calle a trabajar o para atender sus necesidades básicas de salud, educación y compra de alimentos y medicina. No es posible, que no se garantice ni siquiera el poder abordar un autobús de transporte de pasajeros, un taxi, tuc tuc, mototaxi ni bicitaxi. ¡Qué barbaridad Dios mío! ¡Dios salve a Guatemala!
*Periodista de la APG.