Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata
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Las relaciones entre Estados están lejos de ser igualitarias. Prevalecen las asimetrías. La misma existencia de cinco países que tiene derecho de veto en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas así lo demuestra con claridad. Basta que uno de ellos ejerza dicho derecho para anular la voluntad de los 192 restantes.

Este reconocimiento legal a las asimetrías es, ni más ni menos, que la manifestación de la realidad. La presencia de tres países con proyección geopolítica imperial dentro de estos cinco reconoce tal realidad (Rusia, China y Estados Unidos) y, a mi juicio, casi “legítima” la lucha por la hegemonía mundial. Francia y Reino Unido están presentes como un resultado del final de la Segunda Guerra Mundial y representan allí a ese poder en abierto declive: la Unión Europea. Alemania, obviamente, no podía ocupar ese lugar.

Nuestro continente, América Latina y el Caribe, ubicado en el área donde el principal poder hegemónico ejerce su influencia, sufre el peso de ese imperio, que cuida de alinearlo con sus intereses geopolíticos, uno de los cuales es, por supuesto, su “seguridad nacional”, sea considerada con “seriedad” o como simple maniobra política en función de intereses políticos domésticos.

Es dentro de este marco político que se aborda el fenómeno migratorio de ciudadanos de Guatemala, El Salvador y Honduras a Estados Unidos. Triángulo Norte le dicen a esos países, con un sesgo que quiebra la visión regional, centroamericana.

En el caso de nuestro país, la porosidad de la frontera con México es un factor más que obliga a la preocupación de los Estados Unidos, dada la cooptación del Estado guatemalteco que han logrado el crimen organizado y el narcotráfico.

Y habiendo conseguido doblarle el brazo al gobierno mexicano obligándolo a ubicar tropas en su frontera con nuestro país, es comprensible pretender el mismo propósito en Guatemala. Por eso la “petición” que haría el gobierno guatemalteco a los Estados Unidos de ubicar tropas de ese país en esa zona.

En ese mismo marco se sitúa la intención de convertir Guatemala en Tercer País Seguro para migrantes. Habría verdaderos campos de concentración en territorio nacional, resguardada la frontera norte por tropas militares USA/México, donde los migrantes esperarían infructuosamente la decisión sobre su solicitud de asilo en los Estados Unidos.

Y toda esta fantasía paranoica estadounidense es construida a partir de un interés político doméstico en ese país: la reelección de Donald Trump, el salvador de la amenaza invasiva que supuestamente significan los migrantes centroamericanos. Así los norteamericanos votarían de nuevo por quien los salva de esa amenaza como parte de la recuperación de la pretensión imperial que se expresa en “Make America Great Again”.

Es por esta razón electoral que los demócratas no se involucran en esta estrategia política, una situación afortunada para que podamos tener cierto margen de maniobra para evitar esa monstruosidad. Si no fuera así, muchas cajas de resonancia nacionales de los demócratas no se atreverían a ser tan beligerantes.

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