Arlena Cifuentes
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Inconcebible pero cierto resulta que un Gobierno ofrezca en sacrificio, negocie y empeñe la vida del pueblo que lo eligió y por ende al que juró defender y velar por su bienestar. Desde el mes de junio he visto con mucha impotencia cómo el proceso de la firma de un convenio entre los gobiernos de Estados Unidos y Guatemala –para convertirnos en un “país seguro” a sabiendas de que Guatemala es en la actualidad un “país inseguro”– parecía avanzar dada la información proveniente de los medios de comunicación nacionales e internacionales, pero sobre todo como permanecíamos inconscientes sin dimensionar las consecuencias que la firma de este siniestro convenio traerían para nuestros connacionales. Celebro la acción de los excancilleres al haber interpuesto un recurso de amparo ante la Corte de Constitucionalidad para que esta dictaminara sobre el mismo.
No es necesario ser erudito para darse cuenta de las tremendas implicaciones que la aceptación de esta monstruosidad conlleva. Por otra parte, nos hemos convertido en una sociedad que se ha venido deshumanizando cada vez más, todo nos resbala y es que hemos respondido muy bien a los esfuerzos realizados por los organismos internacionales cuyo objetivo es fraccionarnos porque así conviene a los objetivos que persiguen, debilitados mostraremos menos resistencia a la imposición de ideas e intereses que hoy son tan evidentes. En los últimos días ha estado en juego el presente y el futuro de los habitantes de nuestro país sin que la mayoría de la población tuviese un atisbo de conciencia.
Traición y vileza son calificativos para un hecho como este en donde se nos ha pretendido vender –comprometiendo nuestro territorio y población– anulando nuestra dignidad de la cual hemos dado suficientes muestras de carecer. Somos seres inconscientes, dejamos pasar, dejamos hacer y después nos quejamos buscando culpables incapaces de dirigir el dedo hacia nosotros mismos.
En el diario “The New Yorker” en una columna escrita por Jonathan Blitzer del 12 de julio alguien a quien entrevista pero que no se identifica manifiesta “Estamos hablando de un acuerdo en donde los Estados Unidos puede enviar a Guatemala a cualquiera que busque asilo, no únicamente centroamericanos”. Palabras reveladoras de todo lo que adicionalmente podría conllevar dicho convenio.
El ACNUR, agencia de Naciones Unidas para atender a los refugiados define como “país seguro” a los países en los que los refugiados pueden disfrutar de asilo sin ningún peligro”. ¿Somos un país seguro? En relación al acceso al empleo establecido en la Convención sobre Refugiados de Ginebra en el año de 1951 se enuncia “tienen derecho al trabajo remunerado, trabajo por cuenta propia; asimismo acceso a los sistemas de salud y educación pública.” En base a lo anterior, el desempleo es uno de los graves problemas no resueltos para los guatemaltecos al igual que la atención en salud y el acceso a la educación pública porque el Estado es incapaz de dárselas. ¿Cómo se pretende comprometer la vida física, emocional y el mediocre conocimiento que se le brinda a nuestra niñez? Es enviar deliberadamente al matadero a nuestra gente.
La buena noticia es que la Corte de Constitucionalidad ha otorgado el amparo provisional solicitado, previniendo al Presidente de que, para asumir la decisión, en nombre del Estado de Guatemala como un “Tercer País Seguro” este debe ser sometido al conocimiento del Congreso de la República que es el órgano que debe aprobar los tratados, convenios o cualquier otro arreglo internacional. Sin embargo estamos en un impasse, falta ver si se acatará el fallo.
No podemos dejar pasar inadvertida la actitud irresponsable e inhumana de la administración Trump al intentar condenar la vida ya precaria de uno de los países más atrasados del mundo a la miseria, convirtiéndonos con varita mágica en un país seguro dentro de uno inseguro.