Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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El viernes 14 de junio, dos días antes de las Elecciones Generales en las que el oficialismo recibió una marimbeada de todos los diablos, el Editorial de La Hora alertaba sobre el plan que se estaba fraguando para declarar a Guatemala Tercer País Seguro para acoger a todos los que solicitaran asilo o refugio en Estados Unidos mientras se dilucidaba tal solicitud de conformidad con los procedimientos internos de ese país. La iniciativa había sido planteada al gobierno mexicano de López Obrador cuando lo pusieron de rodillas tras la amenaza de destruir la economía mexicana con los aranceles para el ingreso de los productos de ese país a su vecino del Norte, pero ni siquiera arrinconado AMLO aceptó tan indecente propuesta porque no habría forma de atender a esos cientos de miles de personas que viajan del Triángulo Norte de Centroamérica en busca de trabajo, lo que no es lo mismo que viajar en busca del cacareado “sueño americano”.

Desde ese día en La Hora hemos venido cuestionando la impertinente decisión del gobierno de Morales al aceptar la indecente propuesta del gobierno de Trump para endosarle a Guatemala el papel de mantener en centros de detención especiales a esos millares de personas que huyen de la pobreza y de la violencia, mismas que son producto de la crisis de estos Estados donde no hay oportunidades ni justicia porque aquí lo único que se promueve abiertamente es la impunidad y la corrupción.

Y es que saltaba a la vista que a Morales no sólo le tenían machucada la cola sino que lo tenían bajo la suela del zapato por el célebre almuerzo al que asistió invitado por Mario Estrada para que conociera a los miembros del Cártel de Sinaloa que no sólo ayudarían a Estrada con pisto, sino que además serían los encargados de asesinar a la odiada Thelma Aldana, molesta exfiscal de quien, por cierto, habla hoy un sólido editorial el diario The Washington Post, resumiendo su carrera y alertando sobre los peligros que pesan sobre ella porque Trump está alentando la impunidad en vez de luchar contra ese vicio.

El caso es que desde aquel editorial hemos sido insistentes en condenar el comportamiento del gobernante guatemalteco por la forma abyecta en que, sin rubor ni empacho, está dispuesto a hacer de Guatemala una nueva versión de Guantánamo, territorio al que refunden a los sospechosos de la comisión de actos terroristas para que se pudran sin esperanza siquiera de que puedan ser sometidos a juicio. Trump no está buscando un lugar adecuado para que los migrantes puedan estar bien mientras tramitan su solicitud de refugio, sino simplemente un chiquero en donde pueda hacinar a esos seres que para él son tanto o más subdesarrollados que los países de donde provienen. Su forma de hablar de los que han migrado a Estados Unidos quedó reflejada esta semana con el tuit que publicó sobre las congresistas que no son WASP, a las que pide que se vayan de vuelta a sus países de origen.

La CC ha vuelto a enmendar la plana y otra vez será objeto de ataques, pero al menos en Washington no hicieron las de Morales de pasarse por el arco del triunfo sus resoluciones.

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