David Napoleón Barrientos Girón
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Las naciones a lo largo de la historia han dispuesto de sistemas y mecanismos para procurar su defensa, los que han evolucionado en función de los ingentes problemas que han debido resolver. Por esto el tema de la defensa constituye una preeminencia para resguardar a las sociedades, los territorios y sus sistemas político-administrativos, constituyendo los seres humanos el centro de atención.
Guatemala es un país con una valiosa posición geoestratégica, geopolítica y geoeconómica, además cuenta con una biodiversidad y recursos naturales estratégicos que lo hacen ser parte de un selecto grupo de países megadiversos a nivel mundial; en este contexto, la Defensa Nacional conlleva el imperativo de enfrentar retos: nacionales, regionales y globales, vigentes y prospectivos, lo que deriva en la urgencia de evaluar si el paradigma de defensa vigente tiene la capacidad de prever, responder y mitigar impactos e incidencias que generan contingencias producto de los desafíos vigentes y emergentes. Los que se pueden definir entre otros como: La integridad del territorio (seguridad exterior); daños provocados al patrimonio tangible e intangible de la nación (insostenida explotación de recursos como el agua, minerales, etc.); la soberanía con visión geopolítica propia; los actos del terrorismo nacional e internacional; el crimen organizado transnacional; la narcoactividad y sus conexos delitos; los efectos e impacto del cambio climático y fenómenos naturales; la seguridad interior; la migración regional por la globalización de la pobreza y extrema pobreza.
Es entonces pertinente una propuesta que nos permita abordar con, celeridad y versatilidad todo lo concerniente a la capacidad que debe tener un país, en lo referente a la Defensa Nacional y los desafíos globales emergentes. Esta realidad demanda de un sistema que cuente con un enfoque sistémico, donde se puedan prever y contrarrestar los desafíos representados por las amenazas en sus espacios terrestres, marítimos y aéreos. Igualmente, esta política e inherente modelo de defensa nacional, debe resguardar la soberanía del país, proteger su capital humano y social, preservar sus recursos naturales, garantizar la conservación de su patrimonio cultural y resguardar sus recursos estratégicos (agua, gas, petróleo, minerales valiosos).
Nuestra Defensa Nacional ha procurado generar los cambios ante las contingencias coyunturales que históricamente el país, la nación y el Estado han vivido, pero han obviado y postergando los cambios estructurales que la realidad objetiva demanda, esto debido a diferentes circunstancias e intereses, que no han facilitado las condiciones necesarias a las diferentes autoridades para redefinir estructuralmente el concepto que aporte, una nueva visión y misión del quehacer de la defensa. Este nuevo paradigma debe abordarse desde un análisis objetivo, al margen de presiones ideológicas y/o corporativas, que solo se convierten en luchas intestinas nacionales que no aportan al desarrollo; de lo contrario aterrizaremos en el puerto de países que consideran a su defensa, poca importancia, pero que su gasto en este tema es superior a muchos que tienen una defensa organizada (pero con buen manejo de su imagen internacional) y por no tener una estructura bien definida, hoy padecen de amenazas que atentan contra sus mismos connacionales y están quedando fuera del reordenamiento mundial.