Adolfo Mazariegos
El precio de la ignorancia. Uno de los más grandes problemas de la ignorancia (o una de las más grandes verdades quizá, en todo caso) es que ésta no puede ocultarse. Fácil es para el ignorante (y no utilizo el término en forma peyorativa, en manera alguna) hablar de una y mil cosas de las que no tiene la menor idea o cantiflear porque su capacidad sencillamente no le da para otra cosa; algo muy distinto es, sin embargo, dar pruebas concretas de que conoce aquello de lo que está hablando, haciendo alarde, muchas veces, de falsa erudición y ampulosidad de gestos o engolamiento de frases cual pieza teatral quizá “sobreactuada”. En tal sentido, la retórica, los ofrecimientos vacíos y los discursos falaces, al final de cuentas, aguantan con todo. La ignorancia puede resultar muy cara, eso es innegable, el precio a pagar por ella puede ser muy alto y evidencias históricas al respecto no faltan, y aunque en algunos casos los efectos pueden revertirse o contrarrestarse de algún modo aún a costa de tiempo preciado y quizá escaso, lo verdaderamente triste, lamentable e inaceptable se da, en términos sociales, cuando esa ignorancia arrastra y perjudica a todo un país, haciéndole quedar en ridículo en muchos casos y confirmando el hecho de que la corrupción ha permeado a tal grado que se ha convertido en parte integral de la misma estructura del Estado. Ése ha sido y es hoy día justamente el dilema de Guatemala: estar a merced de la ignorancia y de quienes la utilizan como arma para la consecución de fines aviesos y oscuros que tan sólo hacen retroceder tristemente al país, aparentemente de forma inexorable… Verdaderamente lamentable. Yo, me niego a aceptarlo.
Una exitosa presentación en Filgua. El pasado fin de semana tenía previsto asistir a la presentación de la más reciente obra del académico guatemalteco Julio Valdez, profesional de las ciencias sociales, a quien conozco desde hace un buen tiempo y a quien guardo muy alta estima desde aquellos primeros años en que compartimos el oficio de la docencia en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Por motivos de trabajo, mi horario se ha visto complicado durante los presentes días, razón por la cual, lamentablemente, no me fue posible asistir a tan grato y esperado evento académico-cultural. No obstante, me he enterado que la presentación (y disertación) en torno a la obra y su contenido fue sumamente interesante y exitosa, hecho del cual, por supuesto, me congratulo sinceramente. Por todo ello, me permito enviar al autor por esta vía un cordial saludo y mis mejores deseos con respecto a su libro, mismo que ya se encuentra en librerías (según sé) y que no dudo se constituirá en un importante aporte a las letras y al trabajo intelectual que con mucho esfuerzo se realiza diariamente en Guatemala. ¡Enhorabuena, estimado Lic.! Y que vengan muchos libros más.