Raul Molina Mejía

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Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raúl Molina

El sistema político guatemalteco, fruto del “megafraude” concluido el 16 de junio, será en los próximos cuatro años continuidad de la dictadura de la corrupción. Saldrán del Poder Ejecutivo Jimmy y sus más estrechos colaboradores; pero con Sandra Torres o Alejandro Giammattei continuará el secuestro del Estado. El Congreso seguirá dominado por el Pacto de Corrupción; según las asignaciones del TSE, corresponderán a fuerzas no corruptas solamente quince diputaciones de ciento sesenta (siete de Semilla, cuatro de Winaq, tres de URNG y una de MLP), a las cuales, quizás, se sumen individualmente algunas diputaciones más, con lo que será imposible paralizar la aplanadora de corruptas y corruptos. La derecha, representada por CACIF y socios, y los defensores de la “institucionalidad”, piden a la ciudadanía que este fraude sea avalado, para intentar rescatar el sistema político. Los medios de comunicación social, presionados por el gran capital y los intereses geopolíticos y económicos de Estados Unidos, insisten en que debemos acudir a las urnas el 11 de agosto, para definir “democráticamente” cuál de las dos personas finalistas debe asumir el gobierno; los sectores poderosos piensan que, con la inversión de dinero que ya hacen y con la campaña negra que desarrollan en su contra, a Torres “del plato a la boca se le caerá la sopa”. En el peor de los casos para ellos, sin embargo, de ganar la UNE y defender su triunfo, se han establecido ya los mecanismos para que este partido sea fiel continuador del gobierno de Jimmy Morales.

Creo que ha llegado el momento más bien de hundir el sistema político, ya que Torres quedó en el primer lugar con el voto de apenas el 13.7 por ciento de los ciudadanos, seguida de Giammattei, con el 7.5 por ciento, quedando éste atrás del 8.7 por ciento de votos nulos, en blanco e invalidados. Esto demuestra la ilegitimidad total de cualquiera de los dos finalistas. Es un gobierno que, dada la crisis del país, no resistirá dos años. Hace cuatro años, la ciudadanía aceptó a Jimmy; hoy, no podemos aceptar ni a Torres ni a Giammattei, y menos después de la marginación de Thelma Aldana, quien hubiese ganado las elecciones, o las manipulaciones para lograr que ni Thelma Cabrera ni Villacorta ni Marroquín pudiesen quedar en segundo lugar. Para hundir el sistema político no voy a proponer una revolución popular, pese a su necesidad, porque la población no está preparada para hacerla triunfar. El mecanismo es simple: ir a votar el 11 de agosto, en cantidad mucho mayor que el 16 de junio, y depositar nuestro voto nulo. No en blanco, ventana para hacer más fraudes, sino que claramente un voto anulado. Sugiero, para aprovechar la oportunidad para también demostrar el megafraude anterior, que indiquemos el nombre del candidato presidencial por el que se votó en la primera vuelta. Serán votos nulos; pero vía los celulares que el TSE quiso prohibir en los centros de votación, podrán divulgarse los datos reales. Podemos hacer que el voto nulo gane, con lo cual, la lógica y la ley sugieren que las elecciones deben repetirse. Demos una lección histórica y cambiemos el sistema político.

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