Arlena Cifuentes
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Del todo incomprensible resulta lo que actualmente sucede con el pueblo guatemalteco, cruzados de brazos, paralizados mental y físicamente, estamos dejando pasar toda una serie de hechos que deberían provocar reacciones de indignación de repudio en la población, quizá en algunos la provoquen pero hasta ahí nada más. Nos hemos convertido en meros espectadores dejando correr el caudal del río; pero eso sí, hay un golpe al pecho: que Guatemala cambie; lo cual es aún más indignante, todos quieren un cambio sin hacer nada. Uno de nuestros mayores males es la ausencia de ciudadanía -razón por la que me niego a utilizar el término- lo cual nos está haciendo caer aceleradamente en las profundidades de un abismo del cual nunca podremos salir. Seguimos viendo la película de la cual somos actores principales como seres totalmente ajenos.

A quienes entendemos lo que está ocurriendo, nos corresponde una doble dosis de responsabilidad, ya que sabemos las consecuencias de nuestra permisividad y aceptación lo que nos hace cómplices de quienes han provocado la crisis actual. El cambio que todos deseamos no será posible sin la participación de cada uno de nosotros a quienes seguramente no nos hace falta nada, sobre todo a quienes tenemos un ingreso seguro, un techo propio con abundante agua y energía eléctrica, seguro médico y adicionalmente medios para el disfrute del ocio y la recreación, esta masa de población es la más inconsciente porque desconoce la realidad nacional razón por la que la comprensión de las condiciones de vida paupérrima de nuestros connacionales les son totalmente indiferentes.

Estoy convencida, que uno de los esfuerzos urgentes que debe emprenderse es la “construcción de ciudadanía”. Para todos los guatemaltecos, en calidad de obligatoriedad desde la escuela hasta la universidad, obreros, empleados públicos iniciativa privada; el grado de escolaridad no debería ser una limitante. Este es un proyecto que debe iniciarse ya, si queremos rescatar la endeble democracia que hemos permitido diluirse a lo largo de los últimos años y que solo puede ser posible con un pueblo que logre superar los intereses que lo dividen, así como; la ignorancia y el desconocimiento de sus obligaciones y derechos.

“Cambiemos Guatemala” es el nombre de un grupo de personas que pretenden incidir en el pensamiento del guatemalteco –comprendo su objetivo– quienes están haciendo un llamado en las redes invitando a no votar por Sandra. En un país en donde la inmensa mayoría es analfabeta, en dónde no existe avidez por el aprendizaje ni por el conocimiento más bien todo lo contrario, a menor esfuerzo más listo se considera –más pilas– el personaje, mensajes como este contribuyen a alimentar el borreguismo, porque no se discierne el porqué, ni las ventajas y desventajas de uno u otro candidato. Salvemos Guatemala dicen muchos “votemos por Giammattei” NO HAY MENTIRA NI ENGAÑO MÁS GRANDE, la interpretación correcta es que el voto a favor de Giammattei es un voto en contra de Sandra. Debo aclarar que no estoy con Sandra.

Nadie cambiará Guatemala, nos corresponde tomar acción a usted y a mí. Despertemos a la realidad. El 11 de agosto tendremos que “elegir” –como siempre– entre lo que creemos es lo menos malo, conscientes de la responsabilidad que esto conlleve. Mientras tanto en la mente del pueblo quedará registrado que ciertamente contribuyó a salvar Guatemala.

La historia de la Plaza en el 2015 nunca la acepté y así lo dije y contradije: “Guatemala ya cambió, el pueblo no es el mismo”; fue una respuesta a una coyuntura específica. Mientras no generemos deliberadamente la construcción de una ciudadanía que nos pueda llevar a la generación de una cultura política GUATEMALA no podrá cambiar, mientras no dirimamos nuestras diferencias para salir unidos al rechazo de todo abuso de poder, mientras tengamos miedo GUATEMALA no va a cambiar.

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