Sandra Xinico Batz

sxinicobatz@gmail.com

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Sandra Xinico Batz
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¿Han intentado jalarle la cola a un perro? ¿Han visto o vivido la reacción de un patrón al ser desobedecido? ¿Cuántos sobrevivieron luego de indagar al finquero? ¿Qué puede dolerles más a los racistas que la sublevación de los indios?

El odio que surge hacia quien cuestiona el racismo no es nuevo, tampoco nos sorprende porque de lo contrario sería como jalarle la cola a un chucho y esperar que este nos sonría. Hasta de memoria nos sabemos sus reacciones: ¿Cómo un zanate le puede tirar a una escopeta? ¿Cómo una india me va a decir que no le tengo que llamar “maría”? ¿Cómo que ahora los indios patas rajadas nos van a decir qué hacer?

Un síntoma del racismo es no tener argumentos y el sistema educativo (racista) termina atrofiándoles la capacidad de debatir, porque llamarle a una india “estúpida”, “resentida”, “idiota” son insultos que emanan de ese mismo racismo que les carcome y les hace sentir la autoridad de hablarnos así. No tendría que explicarles el significado de la palabra “insulto” porque el castellano es su idioma materno y tendrían que saberlo mejor que yo que lo aprendí como segundo idioma. Pero lo obvio resulta no ser tan obvio, porque pensar que “destruir” significa únicamente “matar” demuestra que no sólo desconocen su idioma sino que principalmente la historia, en la que no les bastó matarnos sino que sistemáticamente han venido destruyendo nuestro patrimonio, el entorno y nuestra identidad.

Con racismo y violencia quieren “convencernos” de que no son racistas y que en Guatemala el racismo ya se superó. ¿A qué le temen los criollos y ladinos? ¿Qué les da tanto miedo? ¿Qué hagamos con ellos lo mismo que (ellos) han hecho con nosotras, nosotros (en nuestra contra)? Que no se les olvide lo que muchas veces nos han echado en cara: que no somos iguales; y afortunadamente no somos iguales porque no fuimos ni hemos sido los pueblos nativos los que hemos invadido su territorio, saqueado y despojado sus bienes, matado a su gente, violado a las mujeres, torturado a sus niñas, niños, tampoco hemos esclavizado a sus ancestros y descendientes, no obligamos a sus jóvenes a enlistarse en el Ejército para luego volver a sus pueblos a matar hasta a sus madres y padres, no creamos pueblos de indios o aldeas modelo como campos de concentración para matarles de a pocos. Tampoco han sido los ladinos (aunque estos muchas veces se confundan en su propia historia) porque al final aunque estos no lo quieran reconocer nunca han tenido el control político y económico del país, pues su papel ha sido de achichincles de los criollos a los que no se atreven ni a cuestionar porque añoran ser como ellos y aceptarán servirles con tal de estar cerca para que se les peque aunque sea un poco la “clase”.

Han querido (siguen queriendo) cortar, arrancar nuestras raíces pero siempre volveremos a crecer y como lo dijo el indio Tupac Katari antes de que los españoles lo descuartizaran: ¡Volveré y seré millones!

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