Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Circula un video del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en el que expresa en inglés que la responsabilidad por los compatriotas que viajan es de los salvadoreños y que no hay que culpar a los Estados Unidos sino asumirla ellos porque quienes buscan un mejor futuro lo hacen huyendo de las maras y empujados por la falta de agua, educación, salud, etc.
Por el otro lado, en Guatemala el Presidente que, paradójicamente, fue apoyado de diversas maneras por migrantes (hasta en aportes en efectivo) lidera un Gobierno que se niega a asumir su cuota de responsabilidad por dos razones: la primera -que va más allá de su Presidencia- relacionada a la histórica falta de oportunidades que aqueja a la mayoría de los nuestros y la segunda -de la que este Gobierno es el único responsable- consistente en haber desmantelado la lucha contra la corrupción que roba esas oportunidades que hacen migran a miles al día.
El nuestro tiene una Canciller cuyo principal mérito para acceder al cargo fue ceder a las ilegales pretensiones de quien ahora es su Jefe y eso ha resumido toda su gestión. Que Estuardo Galdámez, con “abrumador apoyo en las urnas” haya dicho que iba a ser su Ministra de Relaciones Exteriores, nos permite entender la ruta por la que transita nuestra “diplomacia”.
En Guatemala, no solo el Presidente no asume responsabilidad alguna sino que saca a su Canciller para que contradiga a quienes en Estados Unidos pegaron el grito al cielo por la forma en la que están tratando a los niños en centros de detención. Dijo Sandra Jovel que los estaban tratando bien, pero ella y su Jefe actúan así porque Jimmy Morales se comió una gallina con loroco con quien y donde no debía.
Los guatemaltecos somos responsables del olvido de nuestra gente, de la marginación de nuestros niños y del futuro que les hemos preparado, en especial las élites, porque no hemos atinado a atender los grandes problemas y solucionar las enormes carencias estructurales de nuestro sistema, cuyo efecto termina siendo una migración a base de sangre, sudor y muchas lágrimas, para que luego sean sus remesas las que hacen respirar artificialmente nuestra microeconomía.
Como los salvadoreños, no podemos culpar a los americanos por la migración histórica, pero en la actualidad el gobierno de Donald Trump apoyó a este Gobierno a desmantelar la lucha contra la corrupción que ha provocado migración y en eso sí tiene responsabilidad el Gobierno de Trump. Hicieron muchos puntos en el camino con Trump y su gente y se sentían amos y dioses.
Pero un almuerzo en el que, según dicen, participó gente de la DEA en la finca de Mario Estrada hizo entender al Gobierno que “todos sus puntos” estaban a punto de volar como los de Juan Orlando Hernández. El Gobierno tiene una buena entrada con Trump (al fin y al cabo ambos se identificaron porque perseguidos por la justicia quisieron usar su poder para obstruirla), pero si llegaba el reporte de la DEA de que Morales era facilitador de narcos, todo se evaporaba.
Por eso es que nuestro Gobierno ofreció a los Estados Unidos las fronteras, el ingreso de agentes federales, ser un Tercer País Seguro (aunque ahora digan que no es cierto) y un sin fin de prebendas aunque eso haya significado mostrarse ante el mundo que lo de la soberanía solo aplicó para expulsar a quienes les investigaban y que el haber expulsado a la CICIG es un vergonzoso caso de obstrucción a la justicia.
El reconocimiento de Bukele es bueno, al menos en el vecino país ya reconocieron el problema y la responsabilidad aunque de nada serviría si no va acompañado de hechos. En Guatemala en cambio, seguimos negando la realidad porque verla y evidenciarla significa mucho, entre otras cosas, asumir responsabilidad para quienes han facilitado, operado y consentido la cooptación del Estado que ha empobrecido a los nuestros y ha hecho el camino difícil para quienes desean actuar bien, sin olvidar que ha disparado la migración a números de escándalo.