Ayer la Fiscal General mostró su obsesión, término que según el diccionario es la perturbación anímica producida por una idea fija o la idea fija o recurrente que condiciona una determinada actitud, al actuar como Degenhart al referirse a la orden internacional de captura que, según ellos, está en manos de Interpol para proceder a la detención de la ex fiscal general Thelma Aldana. Y lo decimos porque el mismo Fiscal de Delitos Administrativos, con quien Consuelo Porras mandó a los periodistas a averiguar los detalles, dijo que él no puede hablar de un caso que está en reserva porque se lo impide la ley, actitud que no observó la principal autoridad del Ministerio Público porque lo que le interesa es dejar claro que su objetivo es asegurar que Aldana sea enviada a prisión, donde seguramente será asesinada “por alguna pandillera”, como se dijo tras los crímenes de Estado en El Boquerón.

Mario Estrada, quien planificó el asesinato de Aldana, dijo a los presuntos miembros del Cártel de Sinaloa que ella era odiada por medio mundo por los golpes que dio a los criminales de todo tipo y que en ese caso serían tantos los interesados en matarla que nadie podría averiguar la verdad. Estrada hizo una acertada y gráfica descripción del entorno en que se produciría el crimen contra la ex Fiscal General.

Y cabalmente el crimen que no se le perdona a Aldana fue haber tocado a los intocables y ese sí que no lo perdonan ni las élites políticas, ni las élites económicas ni las del crimen organizado que están coludidas para lograr el objetivo de enviar un mensaje contundente que con ellas no se juega y que nadie, nunca más, debe meterse con ellas y provocarles el sobresalto de verse sentados en el banquillo de los acusados y hablan los ejecutores y portavoces del proyecto.

Redacción La Hora

post author
Artículo anterior100 en cinismo
Artículo siguienteLego compra Legoland, Madame Tussauds