Sandra Xinico Batz

sxinicobatz@gmail.com

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Sandra Xinico Batz
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El racismo en Guatemala no se resolverá convenciendo a los ladinos y criollos de que son racistas y que deben cambiar. Tampoco creo que ese deba ser nuestro papel como pueblos originarios, de rogarle a estos que dejen de discriminarnos y violentarnos por nuestra cultura u origen. Lo mismo ocurre con el Estado, ¿Hasta cuándo dejaremos de pedirle inclusión? ¿En verdad creemos posible que la hegemonía criollo-ladina estará dispuesta a perder o ceder los privilegios que ostenta a partir de que se impusieron como una raza avanzada y superior?

Nuestra historia, en estos últimos 500 años, es la prueba de que ni el Estado ni los ricos se autosabotearán y que el sistema mismo genera sus propios anticuerpos para regularse, para no descontrolarse, por lo que muchas veces terminamos siendo los anticuerpos del sistema (racista, patriarcal, capitalista, clasista, militaroide, homofóbico, lesbofóbico) que garantizarán su funcionamiento, como cuando el cuerpo se regula así mismo. Y es que pensarse fuera del sistema nos parece por ahora inalcanzable, pero no por eso quiere decir que sea imposible, quizá esa sea la única opción real para que las cosas cambien, con la seguridad de que se trata de un proceso, que ha requerido y requerirá de varias generaciones.

Cada vez que los pueblos intentamos cambiar las cosas desde adentro terminamos perdiendo más de lo que ganamos, porque el sistema tiene todos los mecanismos, recursos y herramientas para cooptar y deshacer cualquier (buena) intención de beneficiar a los pueblos originarios. Esto también lo podemos constatar en lo que tiene de historia el Estado guatemalteco. No tiene nada de ficción pensar que cualquier intento de los pueblos originarios en disputar y arrebatarle el poder a la hegemonía será obstaculizado (de cualquier forma) por parte de quienes hoy gozan los privilegios que heredaron de los invasores.

Es mentira que los pueblos originarios esperamos que el Estado nos lo de todo o que resuelva todos nuestros problemas. Todo lo que tenemos lo hemos trabajado nosotras mismas y nosotros mismos, o lo han venido trabajando nuestras ancestras y ancestros. Hemos aprendido que tenemos que defendernos incluso de ese mismo Estado, cuyas políticas están hechas para empobrecernos más y para hacer legal y legítimo el despojo, el genocidio y el exterminio.

La oligarquía se sirve del Estado porque no es suficiente el poder económico, porque para tener control de todo es necesario tener también el poder político. Por eso se sienten dioses, que nos tienen es sus manos, entreteniéndonos con las migajas que nos sueltan desde arriba, desperdigándonos para no coincidir, para no confluir en que sólo destruyendo el sistema y a nuestros enemigos de raza y clase tendremos la posibilidad de construir algo propio, que nos devuelva la dignidad que nos han arrebatado.

Esta Guatemala blanca de Estado criollo no sólo no permitirá que una mujer india gobierne, sino que saboteará cualquier intento que los pueblos originarios impulsemos para autogobernemos, porque eso implicaría que ya no habrían más brazos que explotar y mozos que generen su riqueza.

Hay que rebelarnos.

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