Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Víctor Ferrigno F.

A Ana María Mendoza, a 39 años de su desaparición forzada.

La crisis político-institucional que vive Guatemala debido a la cooptación del Estado por fuerzas espurias data de hace 65 años, cuando fue derrocado Jacobo Árbenz Guzmán, Presidente constitucional de la República, mediante una invasión mercenaria, planificada y financiada por Estados Unidos, con apoyo de la oligarquía criolla, que reclamaba las prebendas y privilegios que la Revolución de Octubre abolió, para constituir un auténtico Estado democrático de Derecho.

De aquella época data tanto el grosero intervencionismo estadounidense, como el régimen de exclusión, racismo, corrupción e impunidad, que hace crisis y expulsa a millones de guatemaltecos hacia el norte. Estos polvos son producto de aquellos lodos.

El 27 de junio de 1954, a las nueve de la noche, el coronel Árbenz Guzmán se dirigió por radio a la ciudadanía, para renunciar a su cargo de Presidente, consciente que el alto mando del Ejército había traicionado a la nación y se había rendido ante un grupúsculo de mercenarios mal entrenados, que habían sido derrotados en Zacapa y Puerto Barrios.

El de Guatemala, es un ejército que solo ha sido eficiente para masacrar a sus conciudadanos. Plagado de corruptelas e inmerso en una doctrina contrainsurgente, la institución castrense produce expatrulleros que amenazan boicotear las elecciones, políticos venales y díscolos, como Galdámez, que claman por la intervención del FBI para investigar por qué la ciudadanía le negó el voto, y capos del narco. Estos polvos blancos son producto de aquellos lodos.

La operación PBSUCCSESS, el nombre clave que le dio la CIA, comenzó con la acreditación de John Peurifoy como embajador de EE. UU. en noviembre de 1953, y una vasta campaña anti Arbencista, con el respaldo de la Iglesia Católica, la Asociación Guatemalteca de Agricultores, y el apoyo de la prensa canalla de Guatemala y del país del norte. Inspirado en las enseñanzas de Abraham Lincoln –no de José Stalin– Árbenz expropia a la United Fruit Company (UFCO) las tierras ociosas, y le amortizó el valor que la empresa declaró ante el fisco para el pago de impuestos. John Foster Dulles, Secretario de Estado y miembro del Consejo Directivo de la UFCO, exigió veinticinco veces más que el valor reportado y, con su hermano Allan Dulles, director de la CIA, convirtieron esta acción administrativa y legal en la “prueba” de que Guatemala iba hacia el comunismo. Estos polvos son producto de aquellos lodos.

Con el apoyo de los Estados Unidos, bajo el mando del coronel Carlos Castillo Armas, exilado en Honduras, de Juan Córdova Cerna, director de la CIA en Centroamérica, y el Cristo Negro de Esquipulas como Capitán General de la Cruzada Liberacionista, se inició la invasión, teniendo como lema en su estandarte: Dios, Patria y Libertad, el que fuera adoptado por Álvaro Arzú en el Partido Unionista, cuyo hijo dirige hoy el Congreso, refugio del Pacto de Corruptos. Estos polvos son producto de aquellos lodos.

Antes daban golpes de Estado; hoy desobedecen las resoluciones de los tribunales, como Jimmy Morales en el Caso de la CICIG, y Giammattei en el Caso del TSE. En ambos casos rompen con el Estado de Derecho, seguros que los jueces venales no les perseguirán.

Sesenta y cinco años después, el sistema está colapsando y la pobreza, el hambre, la delincuencia y la ausencia de futuro ha provocado una creciente emigración hacia el norte, que Trump considera un asunto de seguridad nacional. Debería entender que el polvo de las caravanas de migrantes es producto del lodo con el que los intervencionistas y la oligarquía sepultaron a la democracia guatemalteca.

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