Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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¡Qué pesadumbre da pensar en el futuro de Guatemala! Y sin embargo el triunfo de Da. Thelma Cabrera deja –por instantes en nuestros labios– el sabor de una pequeña gota de optimismo que, por desgracia, no dura mucho enrostrados a la realidad del país que podría convertirse dentro de poco además de un colosal campo de miseria –que de suyo lo es– en un campo de concentración tan inmenso como el desmedido odio que Donald Trump tiene hacia los países del Triángulo Norte de Centroamérica como si él –el Triángulo– fuese el responsable de las migraciones y del consumo de cocaína en los Estados Unidos.

Pero volvamos a lo del inicio. Al ¡triunfo!, de Da. Thelma Cabrera. Nadie podía imaginar –al principio de esta campaña presidencial que estamos sobrellevando a ratos con mucha indignación y a ratos con rabia– que la candidata presidencial del “despreciable” partido Movimiento de Liberación de los Pueblos alcanzaría el 11% de los votos emitidos, casi la mitad de los ganados por la corrupta señora Torres que encabeza la lista de participantes, algunos de los cuales –con ínfulas y arrogancias fatuas como Danilo Roca, Pablo Duarte o Manfredo Marroquín– comieron chicharrón de sebo al quedar en lugares –tan insignificantes– como magnificente ha sido su manera de actuar y de ser en la vida ciudadana –desde mi perspectiva– es decir desde nuestra torre de observación que ya tiene sus añitos de vigencia y de crítica ácida y socialista moderada vertida en diversos medios escritos.

El Movimiento para la Liberación de los Pueblos tiene que aprovechar este triunfo para hacer poner en valor ¡en especial y con todo derecho nacional e internacional!, el Convenio 169 Sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes. Mi consejo es que sigan las vías que marca este documento y que dejen a un lado ya para siempre, los famosos Acuerdos de Paz (algo así como esto lo expresó ya la señora Cabrera) porque ellos no fueron sino los textos mediante los que se engatusó y se confundió a los pueblos originarios en Guatemala, para aceptar un proyecto burgués que de antemano se sabía (bueno, lo sabíamos los que algo entendemos del manipular de los príncipes de Macchiavelli) que no era más que la forma para salir del trámite que los llamados países cooperantes ¡y los Estados Unidos!, exigían para seguir invirtiendo sus dineros en nuestros territorios que son sus feudos.

Los Acuerdos de Paz –aunque contienen elementos respetables en cuanto a la observancia de los derechos humanos en Guatemala– deben calificarse como lo dije arriba: un trámite y un papeleo y unos papeles útiles únicamente para salir del paso. Esto es, para clausurar –de una manera aparentemente justa, conveniente y legal– una verdadera guerra civil de casi 40 años que indudablemente perdió la “Guerrilla” ante el Ejército. Pero cuya firma y firmar no era, no fue y no es reflejo del pensamiento de la gran población civil no beligerante en aquella conflagración.

El triunfo de doña Thelma Cabrera y del Movimiento para la Liberación de los Pueblos debe verse precisa y justamente ¡hoy!, como el tierno retoño de la verdad que contienen todos los artículos del Convenio 169 y como la muerte total y absoluta de los Acuerdos de Paz y de sus firmantes –tanto de un lado como del otro– porque tanto “de un lado” como “del otro” lo que hicieron y lo que montaron fue un sketch conveniente, para firmar una paz que no ha sido tal sino una guerra aún más cruenta, que se vive en las covachas y poblachos guatemaltecos desde 1996 hasta 2019.

Todo falso como el oropel de los Arzú y de los aycinenistas.

Continuaré con este tema el lunes 24.

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