Luis Enrique Pérez
Algunas encuestas sobre intención de voto sugerían que Sandra Torres obtendría la mayoría no absoluta de votos. Aludo a la encuesta de ProDatos, patrocinada por el diario Prensa Libre; y a la encuesta de Cid-Gallup, patrocinada por la Fundación Libertad y Desarrollo. Quienes habíamos conferido sensata validez a esas encuestas creíamos que Sandra Torres obtendría esa mayoría de votos, y efectivamente la obtuvo. No fue un fenómeno electoral sorpresivo, sino esperado.
Esas mismas encuestas sugerían que el candidato Alejandro Giammattei podría obtener la segunda posición. También quienes habíamos conferido sensata validez a tales encuestas creíamos que Alejandro Giammattei obtendría esa segunda posición, y efectivamente la obtuvo; lo cual tampoco fue un fenómeno electoral sorpresivo, aunque Edmond Mulet disputaba tal posición, y tampoco habría sido sorpresivo que él la ocupara.
Creer que los triunfadores serían Sandra Torres y Alejandro Giammattei no fue producto de alguna arrogante pretensión profética sino confianza en las encuestas mencionadas, principalmente sobre los ganadores de las tres primeras posiciones. El motivo de la confianza no solo fue que aparentemente las encuestas cumplían los requisitos propios de una investigación estadística que, con fundamento en información sobre una parte de la población, pretende obtener información sobre la población total. También fueron motivos, primero, la similitud del producto estadístico; segundo, un improbable acuerdo de los agentes patrocinadores de las encuestas para lograr tal similitud; y tercero, la realización de las encuestas en días próximos a la elección presidencial, que reducía la probabilidad de un cambio importante de la intención de voto.
Sandra Torres, empero, ha mostrado una imprudente certidumbre de ganar la nueva elección; y hasta invitó al excandidato presidencial Edmond Mulet a ser miembro de su gabinete, pero él no aceptó la invitación, quizá porque cree que ella no ganará aquella nueva elección, o porque, aunque lo crea, pretende ser otra vez candidato presidencial no expuesto a la acusación de haber sido parte de un gobierno que puede ser impredeciblemente catastrófico. Hay por lo menos dos motivos de esa imprudencia de Sandra Torres: primero, una proporción de electores de por lo menos 30% nunca votaría por ella; y segundo, ya consumada la elección, una incuantificada proporción de quienes no votaron por ella podría estar dispuesta a repudiarla. Compete a la sociología, o a la psicología o quizá a la psiquiatría, investigar la causa de ese repudio que, en algunos casos, es furioso repudio.
Precisamente ella debe recordar que, aunque en la primera elección del año 2015 el candidato Jimmy Morales obtuvo 24% de los votos, y ella 20%, es decir, él ganó por una diferencia de 4%, en la segunda elección él obtuvo 65%, y ella 35%, es decir, él ganó por una diferencia de 30%. Cito esas cifras para mostrar que el contendiente de ella puede, en una nueva elección, multiplicar victoriosamente el número de votos propicios. No pretendo afirmar que el fenómeno necesariamente se repetirá, sino solo afirmar que puede repetirse; y la probabilidad de que se repita o no se repita puede depender principalmente de la estrategia de Alejandro Giammattei, quien debe abstenerse de una propia imprudente certidumbre.
Post scriptum. Aunque no gane la elección presidencial, Sandra Torres tendrá por lo menos 61 diputados, o 38% del número total de diputados. Será la mayor fuerza legislativa del Congreso de la República.