La discrepancia en los datos de algunas mesas electorales con lo que en sus “resultados provisionales” reporta el Tribunal Supremo Electoral está abriendo la puerta a cuestionamientos que pueden resultar muy costosos no solo para el TSE sino para el proceso mismo. El Tribunal aceptó ayer que pueden existir errores, pero no admite la posibilidad de un fraude electoral como el que han denunciado algunos y como se comenta insistentemente en las veleidosas redes sociales.
La mejor garantía de que no hay fraude, dicen, es el papel que jugaron los miles de voluntarios que integraron las Juntas Receptoras de Votos porque no se puede amañar a tanta gente. Pero obviamente hubo algunos integrantes de esas mesas que, para decir lo menos, no tuvieron la suficiente capacidad para hacer su trabajo en el llenado de las actas, a lo que se suma la inconsistencia entre los datos reportados por las mesas y los que fueron reportados por el TSE, según el sitio de internet en el que se publican los resultados.
El problema está en que la credibilidad del Tribunal Supremo Electoral se empezó a perder con el tratamiento que se dio a las solicitudes de inscripción de muchos candidatos, puesto que no prevaleció en todos los casos un criterio uniforme sino que de manera más que discrecional fueron aceptando algunas y eliminando otras, aun cuando las situaciones fueran las mismas. No hubo un patrón apegado al espíritu y la letra de la legislación sino que fue más que evidente que el TSE se convirtió en el primer filtro para asegurar la continuidad del sistema político. No por gusto los magistrados fueron electos precisamente por el Congreso que es el paradigma de ese sistema tan pervertido.
Y es la suma de esos errores, más la absurda disposición en la que tuvieron que recular sobre la prohibición para el ingreso de celulares a quienes estuvieran en las mesas electorales, lo que ha dado lugar a suspicacias. Imaginemos lo que hubiera pasado sin el respaldo que ahora dan las fotos de las actas captadas desde teléfonos inteligentes que permiten comparar con las que subió el TSE. Ahora el ente electoral subió las actas y eso es bueno porque de lo contrario, no habría cómo cuestionar los datos digitados, de buena o mala fe, de manera alejada del resultado consignado en el acta.
La manipulación de una elección no es sólo mediante el mañoso conteo de votos, sino también en la compra de votos que hizo el gobierno y que al TSE le vino del norte.
Por ello, la verificación física, acta por acta, es una necesidad imperiosa a la luz de lo que se ha ido conociendo.