Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata
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El proceso electoral enfrentaba augurios negativos. Algunos fundados, otros producto de pretensiones perversas. Los primeros tenían su principal razón en la abdicación de la política que produjo el reino de las Cortes, eso que llaman judicialización de la política. Esa realidad produjo una gran frustración en aquellos ciudadanos, muchos por cierto, que tenían su corazón (porque efectivamente el voto tiene un alto componente emocional), puesto en las dos candidatas que no pudieron participar. Es difícil pensar en una votación masiva si se produce una campaña electoral con candidatos (as) inciertos.

Los segundos, los perversos, se relacionaron, según mi hipótesis, con la intención de apostarle a la agudización de la polarización y al caos, planteando la necesidad de opciones autoritarias. El propio Presidente de la República promovió la idea de un posible fraude y el desgaste del Tribunal Supremo Electoral. Se pretendió con esto también deslegitimar a quienes salieran electos, previendo que no iban a ser ellos, tal como lo demostró el resultado electoral que obtuvo el partido oficial. Coincido con quienes han afirmado que el Presidente, su gobierno y su partido son los grandes derrotados.

Afortunadamente fracasaron los intentos por boicotear las elecciones.

El alto abstencionismo es comprensible dadas las razones ya expuestas en relación a las frustraciones de quienes no pudieron votar por quien querían. En esas condiciones, haber logrado superar el 50% es un relativo éxito.

Pero mi optimismo va aún más allá. Me parece que el mapa político nacional empieza por fin a cambiar. Si se suman los votos obtenidos por el MLP, URNG y Winaq, se alcanza un 19% del total (en relación a la candidatura presidencial). O sea que si hubieran participado unidos, como ya varios lo han dicho, podrían estar disputando la segunda vuelta. Pero, además, ha surgido un nuevo partido que podríamos calificar de centro Izquierda, a pesar de las asustadas declaraciones de doña Thelma Aldana, su candidata fallida a la Presidencia, quien abiertamente se definió como una persona de derecha. O sea que además de considerar el voto de las izquierdas, también hay que tomar en cuenta este nuevo partido, sin duda progresista, que ha surgido con fuerza electoral.

También me causa optimismo que la UNE, un partido socialdemócrata pero muy a la derecha, tenga en su seno corrientes de pensamiento y liderazgos que son progresistas.

Por todas las razones anteriores estoy optimista ante lo que, como ya lo dije, podría ser el inicio de un cambio en el mapa político nacional. La democracia guatemalteca necesita un mayor equilibrio ideológico, porque hasta ahora la hegemonía y dominio de las derechas ha sido exagerado.

Pero lo que hace disminuir mi optimismo es la cooptación que sigue teniendo el crimen organizado y el narcotráfico de la política. Para que los partidos realmente se construyan como tales deben liberarse de esa cooptación.

Comienza ahora la campaña para el balotaje. La prioridad ciudadana debe ser presionar para que haya un debate programático, y no una guerra sucia de descalificaciones hacia los dos binomios que compiten.

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