Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

“Imagine vivir en una casa con las paredes de cristal y que desde fuera cualquiera pudiera ver todo lo que hace. Sus movimientos, sus hábitos y sus conductas”.  Ese es el panorama que ofrece el director del Instituto de Investigación e Inteligencia Artificial del CSIC, Ramón López de Mántaras, en un texto del diario español El País, a propósito de extensión de los cacharros inteligentes cada vez más populares y ubicuos en las residencias de los países del mundo occidentalizado.

Con la llegada de las redes de quinta generación (5G) que acelerará su velocidad, los aparatos inteligentes están destinados a multiplicarse para hacer posible la interconexión digital de objetos cotidianos con internet (termostatos, lámparas, vehículos y refrigeradores, entre otros). Esto es, la realización de lo que llaman “el internet de las cosas”. Lo que para el investigador no es tan buena idea, ya que las grandes empresas tecnológicas podrían tener demasiada información sobre los consumidores.

“Tener multitud de objetos y aparatos en tu casa conectados a Internet es muy mala idea. Pueden saber lo que consumes, lo que compras, cuándo lavas la ropa, qué cocinas, qué comes e incluso cosas tan íntimas como las que ocurren dentro de tu cuarto de baño”, explica.

El hallazgo de López de Mántaras no es novedoso, a menudo las secciones de noticias periodísticas y las investigaciones científicas reportan los efectos perniciosos del mundo digital en materia de violación a la privacidad. Las grandes empresas tecnológicas, Apple, Alphabet, Microsoft, Facebook y Amazon, saben demasiado de nosotros y no siempre hacen buen uso de esa información.

Lo habitual es que vendan la información a las firmas comerciales, la empleen para publicidad (el 98.5% de los ingresos de Facebook provienen de la publicidad, ya casi superando a Google) o la usen con distintos fines, como políticos, según hizo la misma Facebook al vender información a la consultora Cambridge Analytica para generar anuncios políticos dirigidos a favorecer la campaña presidencial de Trump y el Brexit del Reino Unido.

Con todo, somos inconscientes del riesgo y entregamos nuestra privacidad sin rubor. Así, por ejemplo, al no ser cautos con Facebook y otras aplicaciones, autorizamos todos los permisos en las plataformas, dándoles acceso a nuestra información a través de las actividades que realizamos en nuestro teléfono inteligente: llamadas, mensajes SMS, agenda de contactos, cámara, micrófono… y más.

Una vez más, es necesaria la información para hacer conciencia a las personas de su derecho a la intimidad, de los riesgos que comporta la introducción de la tecnología al hogar y, finalmente, de la ética de las empresas tecnológicas en el empleo de los macrodatos. Con lo anterior, es primordial educar a los jóvenes en el pensamiento crítico y el desarrollo de conductas que los pongan a salvo del maremágnum que representa el mundo digital.

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