Adolfo Mazariegos
He escuchado ya en algunas ocasiones -recientes- hablar o cuestionar (a pensadores de alta preparación académica e influencia a nivel mundial) acerca de cuál podría ser el futuro del mundo en términos políticos y económicos, cuestiones que me parece muy saludable abordar, a pesar de que una discusión seria y formal como tal en función de encontrar respuestas concretas que motiven a explorar alternativas o posibilidades (quizá) híbridas para los años venideros, salvo contadas excepciones, es prácticamente inexistente aún en el actual período de la historia contemporánea. Más allá de las posturas que, como es de esperar, respaldarán en mayor o menor grado alguna corriente ideológica de acuerdo a su propia posición o interés, lo cierto es que esa interrogante acerca del futuro, a manera de preocupación por lo que bien podríamos denominar la actual coyuntura global (en esos ámbitos del pensamiento humano, por supuesto), no puede abstraerse de un cúmulo de cuestionamientos en torno a cómo se desarrollan los Estados y, por ende, sus poblaciones en tanto elementos integrales y necesarios para la existencia de dichas organizaciones socio-políticas, tomando en consideración en tal sentido y como es evidente, que no todos los Estados se desarrollan al mismo ritmo y con las mismas tendencias. Ahora bien, hablar de una tendencia o inclinación hacia una corriente de pensamiento en particular, no implica necesariamente el hecho de que en la práctica dicha corriente haya cobrado total vigencia o goce de amplia aceptación, tal como se ha evidenciado históricamente con las ideologías que hasta hoy hemos llegado a conocer y cuyas premisas o motivaciones como puntos de partida, en muchos casos, probablemente sigan vigentes aunque no hayan llegado a consolidarse (en la práctica) como conjunto de ideas, mismas que seguirán existiendo en virtud de que es improbable que llegue finalmente un punto en la historia humana en el que todos estemos cien por ciento de acuerdo sea en las bondades sea en las perversidades de una corriente u otra. No obstante, sea cual sea la dinámica que mueva la política y/o la economía en el mundo, existe algo que no puede pasarse por alto al intentar explicar dichas temáticas y las posibles falencias que pueden llevarles a atravesar por diversas crisis: las desigualdades sociales. En tal sentido y partiendo de posiciones extremas de derecha o izquierda, hasta espectros más moderados de centro o de centro tirante hacia cualquiera de los dos lados, son innegables las crisis y falencias que a través del tiempo han puesto en evidencia la perfectibilidad de los sistemas que hasta hoy han existido, por lo que, en función del beneficio común de los habitantes del Estado, cualquiera que éste sea, ¿no convendría discutir con seriedad el asunto desde la academia? América Latina no ha destacado precisamente por su influencia global en el mundo de las ideas científico-sociales, pero sin duda, lo creamos o no, hoy más que nunca puede realizar importantes aportes a la discusión científica sobre el futuro político y económico del mundo.