Alfonso Mata
En nuestra nación, la consideración histórica de las relaciones entre política, soberanía y democracia, nunca han sido más que de enfrentamiento. En resumen, a pesar de las promesas y compromisos cien veces renovados por políticos y gobernantes; a pesar de los esfuerzos obstinados de las mentes más eminentes y los ingenios más sagaces para resolver el problema, esa lucha política-soberanía y democracia, entre políticos-pueblo continuará sin cesar y puede decirse que el próximo período presidencial, será de nuevo de búsqueda del político por aniquilar al ciudadano. A ciudadanos y políticos nos fastidia tener el mismo yugo e ingenuamente, cada cuatro años, nos llega el momento de sacudírnoslo, pues el cambio de yugo nos da vitalidad a ambos, para continuar la lucha cada vez con más violencia.
Si tuviéramos la paciencia de analizar la historia de nuestro hacer político con relación a lo que nos fijamos de soberanía y democracia, nos asombraría ver que estamos en el mismo enredo que hace cien años cuando salíamos de una tiranía; actualmente, solo nos falta añadir las catástrofes naturales que acompañaron aquella ocasión: Terremoto y epidemia.
Las ideas sobre política en relación a soberanía y democracia, pueden dividirse en dos grupos: uno defendiendo mucha individualidad y poca sociedad y el otro a la inversa. Bajo ese espacio mental, nos topamos con una historia de gobiernos, enriquecedora de individualismos desiguales: con una práctica del gobernante y el funcionario de que: primero él y el sobrante para el otro, tanto en provecho como beneficio. Esa práctica conduce a: injusticias, inequidades y desigualdades y al fortalecimiento ideológico lleno de fe y creencias sobre lo bueno y lo malo en función de ello. A una doctrina desviante y sin límites y a una filosofía de la acción: “consiga lo que pueda reunir en su beneficio”. A ello habría que agregar una conducta popular de imitación. Basta con lo dicho, para entender que con ardor, perseverancia y recursos, hemos logrado eso.
Predecir el resultado de la lucha entre esas fuerzas es temerario. Creer que con el voto voy a inclinar la balanza hacia un lado, real tontería, pues no se trata acá de dos conceptos sino de dos seres de carne y hueso, cada uno tendiendo a preservar su ser y la victoria no es de quién tenga más votos, es una lucha de ambiciones y en ello no importa a la Nación que uno pierda y otro gane, pues el sistema fue construido para renacer, independiente de los participantes. Los sentimientos, las ideas y las acciones dentro del sistema, son los que dan vida a la ambición del político que tenemos y el partido, grupo que lo apoya y sube, se enfoca a eso, no a la soberanía y democracia. ¿Pruebas? cada Gobierno que ha gobernado, no es más que el encaminamiento de otro igual. La mecánica de la estructura política así lo determina y las sociales así lo permiten. Por eso mi predicción se torna fácil: Usted vota por una persona y nada más, pues la marcha de la estructura NO DEPENDE DE ELLO. Ella se autorregula.