Félix Loarca Guzmán
Si algo se ha extendido peligrosamente en Guatemala es la impunidad. Es decir, las acciones ilícitas sin castigo, ante la tolerancia o complicidad de las respectivas autoridades encargadas de mantener el orden en la sociedad.
Casi todos los días se registran accidentes de tránsito, cuyos principales protagonistas son conductores de motocicletas, que no cumplen las normas más elementales de la Ley de Tránsito y su Reglamento.
El saldo de esos accidentes ha sido verdaderamente trágico, con un balance impresionante de personas fallecidas o lesionadas, muchas de ellas con secuelas de incapacidad para toda la vida.
Durante el gobierno del presidente Otto Pérez Molina, se introdujeron importantes reformas al Reglamento de Tránsito, orientadas a regular adecuadamente la circulación de los motoristas. Entre estas disposiciones, resalta la obligatoriedad de los conductores de motos de portar un chaleco y un casco con el número visible de la placa de la moto.
Asimismo, esas reformas establecieron que los motoristas deben circular atrás o adelante de los automóviles, nunca a los lados o en fila entre los mismos. Para rebasar, deben hacerlo por el lado izquierdo del vehículo que tratan de adelantar. En la moto solo deben ir dos personas: el piloto y un acompañante. Sin embargo, es común ver motos hasta con cinco personas a bordo, tanto adultos como niños.
El fenómeno del tránsito se ha convertido en una pesadilla, constituyendo un peligro mortal para muchas personas.
Ya existen algunos análisis avanzados, sobre que una de las causas principales de tanto accidente es la falta de respeto de los motoristas a las normas de tránsito, quienes circulan a altas velocidades, rebasando a los demás vehículos por donde se les antoja. Muchos no llevan chaleco, ni casco. Otros no saben manejar adecuadamente las motos y tampoco tienen licencia. También hay irresponsables que van a bordo de motocicletas sin placas. Otros circulan en las banquetas poniendo en peligro la seguridad de los peatones. Hasta ahora, el desorden es apabullante.
Lamentablemente el problema se salió del control de las autoridades del Departamento de Tránsito de la Policía Nacional Civil, y de las municipalidades, las que inexplicablemente han permitido y siguen permitiendo que los motoristas circulen por las calles protegidos con el manto de la impunidad.
Estas autoridades deberían cumplir con su deber, extendiendo las correspondientes remisiones a los motoristas que diariamente se burlan de las leyes vigentes.