Arlena Cifuentes
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Como espectadores y críticos continuamos usted y yo, ante la grotesca farándula electoral y el asalto a los bienes que debiesen servir para mejorar las condiciones de vida de los guatemaltecos en extrema pobreza y la implementación URGENTE de medidas encaminadas a impulsar el desarrollo social y económico. Sin embargo, seguimos diagnosticando los males del país, las deficiencias y necesidades de lo que nunca se ha hecho y tampoco se hará por los gobiernos venideros.

Quienes tenemos la posibilidad de trasladar al lector nuestra opinión en materia del quehacer nacional muchas veces seguimos dándole vuelta a lo mismo. La situación crítica del país está clara, las aberraciones que dejamos pasar también, tal el caso del aumento acordado y aprobado por el Congreso para el gremio médico, cuyos fondos fueron trasladados al Ministerio de Salud, aumento que aún no se ha hecho efectivo para los residentes pero que para los jefes de departamento ya se hizo realidad. El ministro de Salud, con su habitual prepotencia declaró que con dos semanas más o dos semanas menos para que se hiciera efectivo el aumento no se morirían de hambre, esta es la soberbia que le caracteriza. Qué sabe él lo que significa “tener hambre” y ya han transcurrieron cuatro semanas.

La amarga verdad que enfrentamos al no tener una oferta política en la que podamos confiar el futuro del país y elegir con nuestro voto a alguien cuya trayectoria nos inspire confianza es una realidad. Tendremos que elegir, una vez más “al menos malo”. De igual manera, vemos cómo se utilizan los recursos del Estado para hacer propaganda política ante la inconsistencia y el silencio cómplice del ente rector del proceso electoral -el TSE- que ha dejado mucho que desear con su actuación.

Por otra parte, los partidos políticos en nuestro país no representan los intereses del pueblo ni los diputados cumplen con su papel de intermediación entre el Gobierno y la ciudadanía. Surgen en cada elección con toda la improvisación necesaria para conseguir su objetivo, en la actualidad hay una ausencia de programas de gobierno serios la inmensa mayoría ni siquiera se preocupó en esbozarlos, de igual manera se improvisarán los equipos de gobierno. Siguiendo a Maquiavelo aplican muy bien la frase “el fin justifica los medios”. Es decir, se vale hacer de todo con tal de conseguir el objetivo.

Según un editorial de La Hora publicado la semana pasada, el Gobierno estaría asumiendo una deuda en bonos extranjeros de alrededor de nueve mil millones de quetzales, más adelante indica que los ministerios de menor importancia han gastado en escasos veinte días un aproximado de ciento treinta y cuatro millones lo cual no es difícil imaginar, que están siendo destinados como bien lo dice el editorial, a la compra de votos para el partido afín. Juzgue usted, potencial elector, cuál es verdaderamente nuestra realidad, qué nos espera y qué estamos dispuestos a hacer, porque mientras continuemos observando nuestra rápida caída en el abismo, ni usted ni yo estaremos actuando de acuerdo a principios y valores.

Considero que estamos llegando al punto en donde ya no se vale seguir quejándonos, criticando, señalando, diagnosticando, elucubrando, el momento nos demanda unificar criterios, ser propositivos, analíticos; hacer la impulsividad, la comodidad, la indiferencia y el miedo a un lado; arremangarnos las faldas –creo que estas no se arremangan- los pantalones y con las botas puestas hay que meterse en el lodo si esto fuese necesario. ¿Qué futuro tienen los hijos de mis hijas que aún no han nacido y los que ya nacieron? ¿Qué legado dejaremos usted y yo? Estimados lectores, de seguir inertes, como espectadores y utilizando el dedo índice hasta el cansancio no tendremos la autoridad moral para demandar los cambios imperativos.

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