René Leiva
En primer lugar, nadie está facultado o tiene permiso por autoridad competente para cantarse en parte alguna, sin excepción, y menos aún en la olla. No obstante hay quienes, por sí y ante sí, deciden cantarse en dicha olla, o sea adentro de ella, lo cual siempre causa alguna conmoción en algún sector o grupo. Pero si alguien, con inconfesable propósito, desea provocar un impacto social sólo debe cantarse fuera de la olla en mención.
Digamos que cantarse en o dentro de la olla puede verse de soslayo en ciertos casos, disimularlo un poco, pero cantarse fuera de esa olla no es perdonado por nadie, en ninguna circunstancia. Cantarse fuera es noticia y ocupa grandes titulares, comentarios de los expertos, sesudos (o no tanto) análisis de los conocedores.
Entre adentro y afuera de la olla, ¿qué distancia hay, en general? Un borde, una orilla, cosa de milímetros. ¿Por qué no apuntar bien el canto, suponiendo que la cantada sea de grandes proporciones, cosa que ni el propio cantor o cantante pueda saber a ciencia incierta?
Desde luego, la olla, ninguna olla, del material que sea, fue hecha para que nadie se cante en ella, y aún menos fuera de sus propios límites físicos. Y por desgracia no existe legislación al respecto, alguna forma de sanción o castigo para esos que sin pena ni remordimiento se cantan fuera de tal trasto de cocina, de antiguo y noble uso culinario.
Es cierto, tampoco seamos hipócritas, alguna vez, de forma discreta, debe ser bonito y gratificante, como una travesura inocente e inofensiva, cantarse fuera de la olla, pero no es políticamente correcto, pues se ve (y huele) mal, por decir lo menos. Y en tal desorden de ideas, ¿qué tal será observar de forma furtiva a una dama, no necesariamente escultural, cantándose fuera de la susodicha, incluso rebalsándola con su exuberante y rebosante humanidad, morbo aparte?
Admitámoslo, la olla ofrece un irresistible atractivo, en parte porque mundo y medio está un tanto pendiente de ella, pero aun así no hay derecho. Al fin y al cabo la olla es toda una institución, venerable, ligada al acontecer nacional, pero con todo (o con nada), como es bien sabido, la olla es un recipiente y en tal condición está destinada a contener algo, y por lo tanto resulta más que inadmisible que dicho contenido se realice – por decirlo así– afuera de ella. Todo tiene sus lados y sus límites.
¿Qué castigo ejemplar debería imponerse al político o funcionario público, hombre o mujer, que sea sorprendido o sorprendida cantándose fuera de la olla y hablando babosadas por su teléfono celular? Ah no, no, eso sería demasiado.
(Dedicado con respeto a la Fiscal General y Coronel, CGC, Corte “Suprema” de Justicia, Tribunal “Supremo” Electoral, Corte de Constitucionalidad, y demás tradicionales cantantes o cantores que expláyense fuera de la olla).