Mynor Alonzo
En la historia de la humanidad, el miedo ha sido la principal herramienta utilizada para mantener cualquier modelo de dominación y por tanto de desigualdad. Derivado de esto es que, en un Estado, sea el Gobierno quien ostente el monopolio del uso de la fuerza; en teoría controlado por la división de poderes y la democracia como mecanismo para elegir gobernantes.
Sin embargo, conforme se han complejizado los mecanismos institucionales para ejercer el poder, también han mutado las maneras de implementar el miedo en las sociedades; desarrollando maneras sutiles, pero igualmente efectivas de dominación.
El modelo finquero-militar impuesto hace más de un siglo en Guatemala, depende de la normalización de exclusiones como el racismo para sostener su modelo a costa del trabajo de miles por sueldos miserables. Razón por la que la cobertura educativa, de salud y vida digna nunca ha parecido prioridad de los gobiernos.
La falta de servicios y oportunidades ha generado que uno de los principales problemas que identifica la población sea la percepción de inseguridad. Situación aprovechada por políticos y militares para crear docenas de empresas de seguridad privada que, sin solucionar los problemas de fondo, simulan paliar el problema.
Pero la sensación de inseguridad generalizada no solo es conveniente a las empresas de exmilitares que venden servicios de protección, sino que ha logrado normalizar una cultura de miedo y desconfianza en nuestra sociedad.
Medios de comunicación se encargan de alimentar dicha cultura, desarrollando comunicación amarillista y sensacionalista que de a poco modifica la conducta y la manera en que la gente toma decisiones importantes.
No es de sorprender que algunos noticieros, periódicos o los netcenters del #PactoDeCorruptos prioricen noticias con enfoque de miedo y las vinculen a organizaciones o sectores sociales según su conveniencia.
Por ejemplo, difunden información parcializada o falsa sobre linchamientos o conflictos rurales para fortalecer el racismo, y aprovechan esto para desprestigiar o difamar a organizaciones como la Asamblea Social y Popular o el Movimiento para la Liberación de los Pueblos -MLP-.
En estas elecciones (de nuevo), el sistema pareciera empujarnos a pensar que debemos hacer cualquier cosa para que no gane la candidata de la UNE (quien lidera todas las encuestas) aunque eso sea votar por personajes bizarros como Arzú o Giammattei (que únicamente representarían la continuidad del #PactoDeCorruptos) induciendo de esta forma nuestro voto desde el miedo y no desde la convicción.
Cuidado, fue exactamente la misma dinámica la que hace 4 años permitió que Jimmy Morales ganara las elecciones y ya sabemos cómo terminó esa historia.
