Sandra Xinico Batz
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Hay cosas que en Guatemala no cambian por más que el tiempo pase, el racismo es una de estas. Una realidad de nunca acabar. Es cotidiano, lapidario, cruel, doloroso, lo vivimos o lo ejercemos sobre otros. Uno de los síntomas de este racismo es la negación. Por esto la necesidad de hablar una y otra vez (y todas las veces que sean necesarias), porque es uno de los problemas históricos más graves que seguimos arrastrando.
El desprecio con que se trata a los pueblos originarios no sólo persiste, sino que es legitimado socialmente, eso quiere decir que lo vemos como “normal”, que se está del lado de la razón cada vez que se les humilla y segrega. No nos vemos ni tratamos como iguales porque no en efecto lo somos, ni en derechos, ni en oportunidades.
Siguen asociando a las nativas y a los nativos con la servidumbre. Se han “acostumbrado” a tratarnos como sirvientas, sirvientes, suyos, como de su propiedad. Hay una normalización del racismo y por esto cada vez que un indio, una india se sale de lo “permitido”, de lo que se ha regido que deben hacer las indias, los indios, hay un gran escándalo, se incomodan, es inconcebible que nos salgamos del molde, de lo que determinaron como “nuestro papel”.
“¡Indias igualadas que ahora hasta presidentas quieren ser! ¿Qué se han creído?
¡Los indios creen que ahora hasta nos pueden gobernar! ¿Qué va a saber un indio de política si ni hablar español puede? ¡Un indio sólo sabe de azadón y de vender en el mercado!”
El papel de los indígenas en el Estado ha sido reducido a espacios que socialmente se considera son los que les corresponden que, aun siendo mínimos y superficiales, fue difícil que en su momento se “aceptaran” y que hasta hoy se puede decir que no cuentan con la aprobación social. El Ministerio de Cultura es uno de estos espacios, de los pocos dirigidos por indígenas por el hecho de que es un espacio que no parece ser amenazante o que no pone en disputa el poder.
El hecho de que mediáticamente se invisibilice la candidatura a la presidencia de una mujer maya y que los medios corporativos de comunicación se aseguren de su exclusión de las entrevistas y noticias, es muestra del racismo que insiste en que se mantenga el papel de los pueblos como sometidos, dispuestos únicamente a obedecer, siendo siempre subalternos. Están acostumbrados a vernos como servidumbre, brazos explotables, peones de finca, las que hacemos la limpieza. En este caso no hace falta el ataque o la campaña de desprestigio, basta con fingir que tal candidatura no existe para no posicionar su imagen, para que ni siquiera se hable de ello, de cómo los indios pretenden gobernar este país.
Este país sigue siendo mayoritariamente nativo, por ello la insistencia de hacernos pensar que somos minoría, porque existe el medio de que dejemos de creer que un ladino o un criollo son los que deben gobernarnos porque son capaces.