Víctor Ferrigno F.
La tragicomedia electoral nos tiene tan absortos, que no nos hemos enterado que de cara a su reelección, el presidente Donald Trump está fabricando una crisis en EE. UU., utilizando a los migrantes como carne de cañón, la cual tendrá graves consecuencias para la economía de Guatemala.
La estrategia electoral de Trump, basada en generar crisis aparentes que él resolverá cual héroe intergaláctico aclamado por sus electores, no se limita a su frontera sur, sino que la ha extendido a la confrontación con Venezuela e Irán, así como la guerra comercial y arancelaria con China.
La suma de esta provocación geoestratégica pone al mundo al borde de un caos prefabricado, al que se suma la recesión económica, los efectos del cambio climático y las muchas migraciones que esto provoca hacia Norteamérica y Europa.
La temeridad de Trump es enorme, pues no solo hace sus estridentes anuncios en Twitter, sino que ha movilizado importantes contingentes militares hacia la frontera con México, a Suramérica, al Medio Oriente y al Mar de China. El más leve error de cálculo puede desencadenar una conflagración bélica de grandes proporciones, cuyos efectos serán devastadores para los pobres, pero implicarán enormes ganancias para el complejo militar-industrial.
En cuanto a Centroamérica, es importante conocer que la frontera sur de EE. UU. ya no está en el río Bravo, sino en el río Suchiate, asignándole a los mexicanos un papel de contención, a cambio del nuevo Tratado de Libre Comercio. Por ello, las deportaciones de migrantes desde México han aumentado exponencialmente. De acuerdo a los datos preliminares del Instituto Nacional de Migración de México, las deportaciones se han triplicado. En diciembre de 2018 expulsaron a 5 mil 717, mientras que en abril pasado sumaron 14 mil 970, para totalizar 52 mil 195 detenidos en los primeros cuatro meses del año.
Afortunadamente, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no se limita a la función de contención, y el nuevo embajador mexicano recién anunció que invertirán U$3 mil 100 millones de dólares en C.A. para generar desarrollo y atenuar la migración.
En la frontera de EE. UU. la tónica es represiva: continuar con la construcción del muro, aumentar efectivos de la Patrulla Fronteriza y del ejército, involucrando al Pentágono. De acuerdo con cifras del Departamento de Seguridad Nacional, se detuvieron 109 mil 144 migrantes en abril, la cifra más alta desde 2007, incluidos más de 58 mil padres e hijos migrantes, y 8 mil 800 niños no acompañados. O sea, se trata de oleadas migratorias que ya se dieron en el pasado, sin que se haya llegado a una situación inmanejable.
El pasado 11 de mayo, el Secretario de Defensa interino de EE. UU., Patrick Shanahan, visitó por segunda ocasión la frontera con México, para reforzar lo que el presidente Donald Trump llama una emergencia nacional. En la víspera, el Pentágono anunció que desviará 1 mil 500 millones de dólares, que iba a destinar a las fuerzas de seguridad afganas, para ayudar a pagar la construcción de 130 kilómetros de muro en la frontera, hasta completar unos 6 mil 100 millones de dólares de sus recursos para construir la muralla fronteriza.
Shanahan afirmó que el Pentágono está “totalmente comprometido” con solucionar la crisis fronteriza. Dijo que más de 4 mil soldados y 19 aviones apoyan al personal de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza.
Los centroamericanos emigran por la violencia, el hambre y la pobreza que los gobiernos del Istmo han sido incapaces de revertir. Por ello, ningún muro los va a detener, hasta que tenga alguna opción de futuro en su terruño.
Acierta el senador por Illinois, Dick Durbin, quien sostiene que las políticas de inmigración de Trump son crueles, impredecibles e ineficaces.