Fernando Mollinedo C.
La violencia verbal que se vive en Guatemala alcanza insospechados escenarios: en el ambiente religioso la eterna discrepancia entre católicos y protestantes, en lo deportivo el fanatismo por los clubes de fútbol, en lo comercial echarse chifletas, en lo educativo saber si la educación estatal es mejor que la de los colegios privados y en lo político desde las agresiones físicas, atentados hasta la muerte a manos de sicarios o de los propios ofendidos.
Es necesario que en este país acabemos con este tipo de violencia que nos encamina hacia el dolor y alimenta el odio. Esta práctica no es sólo de los grupos sociales señalados en el párrafo anterior; se extiende y/o replica a los vecinos, compañeros de trabajo y hasta en las relaciones familiares. El dicho que dice: Violencia genera violencia se vive de manera impúdica y la población guatemalteca ya está harta de esto.
Si hiciéramos un recuento de los homicidios, asesinatos, agresiones, tiroteos, balaceras, crímenes con arma blanca y cualquiera delito que produzca consecuencias físicas negativas en la salud de las víctimas; observaríamos que tales circunstancias conllevaron una carga emocional de ODIO manifestado en cualquiera de sus manifestaciones delictivas.
La supuesta guerra contra el crimen organizado ha sido terrible en los últimos veinte años para gran parte de los habitantes departamentales y la misma capital; ahora, el discurso de odio político polariza a la población y la aleja de las posibles soluciones bañándola de sangre. Lo ideal será en algún momento superar esa etapa agresiva y violenta de las campañas políticas y respetar las diferentes posturas ideológicas (en caso las tuvieran los partidos políticos).
En el escenario de todos los días: el de la violencia verbal, las discusiones están en todos los niveles, el mismísimo presidente de la República descalifica y etiqueta a sus oponentes, a quienes tienen una postura diferente a la suya y coincidentemente en las redes sociales hay huestes que salen a ofender a quien se atreve a pensar diferente.
En solucionar el abanico de problemas sociales deberían trabajar los servidores públicos, en especial los funcionarios capaces (que aún queden) y representantes populares, pero se la pasan descalificándose, etiquetándose y culpándose unos a los otros.
Quienes hoy hacen Gobierno censuran las prácticas de la supuesta oposición, pero se olvidan que, esas mismas prácticas fueron utilizadas por ellos cuando supuestamente fueron la oposición política del momento.
LA POBLACIÓN DE GUATEMALA QUIERE VIVIR EN PAZ, con empleo, un salario justo y un sistema de salud digno, subirse al transporte público y no ir rezando/orando para que no los asalten, ESO ES LO QUE HAY QUE SOLUCIONAR.
Debemos reconocer que Guatemala es un país donde nadie está seguro, el discurso de odio polariza a la población y nos aleja cada día más del objetivo que como Nación deberíamos tener: el bienestar común de sus habitantes nacionales y extranjeros, gordos, flacos, blancos, amarillos, hombres, mujeres, niños y niñas, feos, guapos, altos, bajos, morenos y cuanta persona viva en esta bendita tierra.