Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“No espero nada. No temo nada. Soy libre” Kazantzakis.

Abogamos diariamente por la libertad, sin comprender que se encuentra en nosotros mismos, es un estado de absoluta autodeterminación interna, que nos permite identificar los matices que la vida nos brinda, que son indeterminados e indefinidos, es tan amplia, que se asemeja a un campo, todos sabemos que a los campos no se les pueden poner puertas ni candados, porque deja de ser campo, es algo más interno que externo, parte de nuestra propia existencia.

En estos momentos, en los que la sociedad global se encuentra en constante cambio, siento la sensación, que queremos pero no podemos cambiar, porque estamos tan acostumbrados y acomodados a nuestro pequeño feudo, que nos da miedo el cambio, pero es necesario cambiar el color de nuestro entorno, por lo menos internamente.

Recuerdo la historia de dos amigos que compartían amistad en un hospital, uno de los dos estaba ciego, un día le preguntó a su compañero que le describiera el lugar donde estaban, el que se encontraba sano en teoría, sintió la necesidad de alegrarle la vida a su compañero y le contestó que en la habitación contaban con una gran ventana, el ciego le preguntó que se podía ver, su compañero recreó el más hermoso de los paisajes, que construyó mentalmente de las imperfecciones de la pared, era tan realista y hermoso su relato, que siempre que tenían ocasión, se reunían, para conversar de lo que sucedía más allá de la inexistente ventana, que recreó el que veía, para hacerle más llevadera la falta de visión al que no la tenía.

Veía a través de la pared un mundo lleno de color y belleza, se encontraba sufriendo de una enfermedad terminal, pero su mundo interno se enriqueció con las más hermosas obras que la naturaleza creó para el hombre, y las que el mismo ser humano creó para sí mismo, la enfermedad era una cárcel que no lo dejaba salir, sometiéndose a dolorosos tratamientos para curar una enfermedad que bien sabía no tenía cura, su amigo el ciego también se encontraba sufriendo de una enfermedad terminal, pero no los unía la enfermedad, los unía la ventana que los transportaba a la libertad.

Los momentos que compartían les dieron sentido a su vida, ya no estaban solos, se tenían uno al otro, pero además poseían una riqueza que no se podía medir ni pesar, porque a través de sus momentos de descubrimiento de un mundo extraordinario se sentían sanos, jóvenes, y ante todo, libres tan libres que sus cuerpos enfermos no les estorbaban, ya no eran esclavos ni de las envolturas de sus carnes, ni de los dolores de sus enfermedades.

El tiempo es inescrutable, pasa más rápido cuando necesitamos que se detenga, y se detiene cuándo añoramos que pase inmediatamente, puede ser nuestro mejor amigo, o nuestro más cruel azote, cuando se es feliz, o se cree serlo, esperamos que se eternicen los momentos, pero la vida es lo que es, y el tiempo es extremadamente caprichoso.

Un día no apareció el amigo del ciego, y le extrañó mucho, porque necesitaba le comentará lo que veía por la ventana, se atrevió a preguntarle a la enfermera que había sido de su amigo, le informaron que murió, que la enfermedad lo superó, sufrió enormemente, por la falta del amigo, y porque se sentía menos libre sin su constante relato de lo que sucedía más allá de la ventana.

Desesperado le preguntó a la enfermera que mejor le cuidaba, si le podía solicitar un favor, la enfermera solícita le contestó que sí, el ciego le pidió que le describiera que sucedía a través de la ventana, ella le contestó que no existía ninguna ventana, esa tarde falleció, al escuchar a la enfermera, perdió lo más importante que tiene un ser en la vida, la libertad de pensamiento, el que hasta ese día había sido libre.

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