David Barrientos
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Las expectativas de igualdad, progreso y seguridad para los venezolanos dio como resultado pobreza, miseria y autoritarismo; un triste ejemplo del socialismo, que ofrece magia al poner la riqueza en manos de funcionarios gubernamentales; sistema económico que ofrece controlar o administrar los medios de producción y la distribución de bienes permitiéndoles ofrecer nuevos y mejores servicios, resolver los problemas en general, hacer que el mundo sea más justo. Desafortunadamente no es así como funcionan las cosas en la vida real, pues los recursos no son ilimitados.
Los defensores del socialismo prometen que los impuestos que financian estas promesas solo recaerán sobre los ricos. Pero para garantizar tal situación cientos de miles de personas, tendrían que pagar mucho más y recibirán pésimos servicios. En países socialistas como Venezuela, está claro que cuando el gobierno se encarga de la riqueza de una nación, las decisiones de gasto y las prioridades están en manos de personas que piensan saber mejor cómo gastar el dinero, pero lo más probable es que lo despilfarren y las personas vivan más difícilmente; menos quienes gobiernan autoritariamente, claro. Sin incentivos para generar riqueza y movilidad en la economía, el socialismo es una teoría inconsistente, por lo tanto, está condenada al fracaso. Sin embargo, seguirá siendo una tentación constante para quienes juegan con la ignorancia y necesidad de las personas. Contrastando además con los sistemas que han sostenido las economías más prósperas en los últimos 200 años, como la de los Estados Unidos de América.
La economía de mercado, los mercados libres, o similares sistemas, permiten a millones de personas impulsar la economía al actuar según sus preferencias individuales con su propio dinero, ofrecen una mejor ruta para satisfacer necesidades diarias. Estos innumerables intercambios voluntarios son mejores para captar lo que priorizan las personas y enviar señales más claras a los proveedores sobre qué productos y servicios desean y el precio que están dispuestos a pagar. Son estas acciones voluntarias las que impulsan las economías, donde los incentivos son de suma importancia en un mundo de escasez, pues promueven la eficiencia económica. Desafortunadamente todo lo que crea el ser humano es tan imperfecto como el mismo; este sistema tiene sus inconvenientes, para los cuales el Estado puede y debe intervenir no solo para garantizar los derechos de los agentes económicos, sino también para garantizar acceso a ciertos bienes y servicios, considerados necesidades para la dignidad humana.
Se acercan las elecciones y nos enfrentamos a la realidad entre el libre mercado y el socialismo, los dos imperfectos, sin embargo es más fácil corregir la imperfecciones del libre mercado que las del socialismo, por tanto, debemos ser prudentes con nuestro voto o en algunos años nuestros hijos vivirán situaciones lamentables como las de Venezuela o Nicaragua, además debemos tener en cuenta que la evidencia de la historia favorece abrumadoramente el libre mercado como el mejor sistema económico de producir riqueza, de ahí que todo lo que huele a socialismo debiera ser rechazado.