Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
El sábado Danilo Santos publicó un interesante artículo en el que manejó con habilidad la ironía para colocar a la agencia antinarcótica de Estados Unidos, conocida como DEA por sus siglas en inglés, en el mismo nivel de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala tras la captura de Mario Estrada y dijo que eso la convertía, como a la CICIG, en una nueva manifestación de la conspiración comunista contra Guatemala.
Uno de los argumentos más repetidos entre los grupos adversos al trabajo de la CICIG fue, precisamente, que todo respondía a un esfuerzo de la izquierda internacional para convertir a Guatemala en una nueva Venezuela y que Iván Velásquez era quien dirigía ese “maléfico plan” de peligroso tinte ideológico. El columnista Santos hizo uso del recurso de la ironía para equiparar lo hecho por la Comisión con lo que hizo la DEA con la captura de Mario Estrada, que no sólo significa la posibilidad de una condena para el político jalapaneco, sino que además desnudó la realidad de nuestro país por los vínculos políticos con el narcotráfico que pretende convertirnos en un auténtico narcoestado.
Pero cuando uno lee algunas de las reacciones que generó ese artículo se da cuenta que no hay capacidad entre muchos lectores para entender, ni por asomo, el sentido de la ironía y eso hace que ese género literario pueda estar en peligro de extinción no obstante lo útil que puede ser y la forma en que a lo largo de la historia se ha utilizado muchas veces en forma magistral. Esos lectores leyeron la opinión al pie de la letra y entendieron que Danilo Santos estaba realmente calificando a la DEA de ser parte de una conspiración comunista internacional en contra de Guatemala y le volaron leño, según ellos, por no entender lo que estaba ocurriendo, sin darse cuenta que quienes no entendieron ni jota de la columna fueron precisamente esos críticos torpes y absurdos.
Estamos viviendo una situación muy especial en la que, debido a esa facilidad que ofrecen las redes sociales y la apertura de los medios para la publicación de comentarios, no se reflexiona antes de empezar a teclear sino que simplemente se da rienda suelta a las más primarias emociones que puedan producir la rápida y superficial lectura de algún artículo o alguna opinión.
Lo de la DEA y la CICIG tiene mucho sentido en términos de que en ambos casos entra en juego ese manoseado concepto de la soberanía del Estado y llama la atención que mientras en el caso de la Comisión Internacional se sostiene que sus investigaciones violaron la soberanía guatemalteca, nada se dijo de las acciones de la agencia norteamericana con sus acciones realizadas en el territorio nacional. Y eso que la CICIG fue establecida a solicitud de nuestro país mientras que la DEA realiza aquí sus investigaciones sin haber sido invitada. Ello no quiere decir, por supuesto, que Santos o alguien considere que se debe dejar en paz a los vinculados con el narcotráfico, como lo entienden algunos de los que la emprendieron en su contra tomando de manera literal todo lo que el columnista escribió.