Luis Enrique Pérez
La captura de Mario Estrada, el pasado 17 de abril, en Estados Unidos de América, acusado de conspirar para exportar cocaína a esa nación, y para adquirir y transportar armas destinadas a asesinar a candidatos presidenciales en el actual proceso electoral de nuestro país, me exhorta a plantear algunos hechos inverosímiles. Mario Estrada fue capturado cuando todavía era candidato presidencial del partido Unión del Cambio Nacional; pero ya no lo es, por decisión del Tribunal Supremo Electoral. He aquí aquellos hechos inverosímiles, según la información públicamente divulgada hasta ahora.
Primera. Mario Estrada no tenía algún indicio de que era objeto de investigación criminal emprendida por la Drug Enforcement Administration, desde diciembre del año 2018 o quizá desde el año 2017; y por ello viajó confiadamente a Estados Unidos de América. Es inverosímil que no tuviera algún indicio, o que lo tuviera pero hubiera cometido el absurdo error de creer que el derecho de antejuicio que tenía en Guatemala, era válido en cualquier otra nación.
Segunda. Mario Estrada pretendía que el asesinato de dos candidatos presidenciales que presuntamente tenían la mayor popularidad incrementaría la intención de voto en favor de él, y garantizaría su triunfo. Es inverosímil tal pretensión, porque no podía tener certeza alguna de que era el único candidato que se beneficiaría del crimen. Es decir, no había necesaria relación de causa y efecto.
Tercera. Mario Estrada esperaba que el cártel de la droga al cual le solicitaba financiar su campaña electoral, creyera que él podía ser candidato ganador, luego de asesinar a los dos candidatos presidenciales. Es inverosímil tal esperanza; pues el cártel probablemente hubiera tenido más propensión a un inteligente escepticismo que a una estúpida credulidad.
Cuarta. Mario Estrada prometía adjudicar importantes funciones gubernamentales a miembros del cártel, para brindar una mayor garantía de que el gobierno de Guatemala sería su propicio y leal servidor. Es inverosímil tal promesa de Mario Estrada, porque presuponía que la Drug Enforcement Administration ignoraría que altos funcionarios de su hipotéticamente futuro gobierno eran miembros del cártel, y que, entonces, él mismo no sería sujeto de persecución penal, extradición, juicio y condena por permitir el inocultable cogobierno de ese cártel.
Quinta. Mario Estrada creyó tener sesiones con representantes del cártel, que realmente eran agentes de la Drug Enforcement Administration, y en esas sesiones hubo conversaciones sobre financiamiento de campaña electoral, transporte de dinero, armas y asesinato de candidatos presidenciales; pero él se abstuvo de actuar con extrema precaución para evitar que las conversaciones fueran grabadas y luego empleadas para ser acusado y sometido a proceso judicial penal. Es inverosímil esa abstención porque, aunque él creyera que trataba con auténticos representantes del cártel, tal precaución era necesaria.
Sexta. Mario Estrada parecía creer que el cártel estaba dispuesto a brindar financiamiento a la campaña electoral de él, pero no a la campaña electoral de un candidato presidencial que fuera más probablemente ganador. Es inverosímil tal creencia. Él hubiera sido quizá el último elegido, o uno de los excluidos.
Post scriptum. Es inexplicable, hasta ahora, que Mario Estrada haya actuado tan eficazmente para suministrar pruebas de las intenciones delictivas de las cuales lo acusa el Departamento de Justicia de Estados Unidos de América.