La indiferencia de los ciudadanos ante el proceso electoral que vivimos es resultado de la convicción existente de que la política en nuestro país es asquerosa fuente de negocios para quienes en ella participan y lo acontecido el Miércoles Santo con el candidato Mario Estrada es una brutal corroboración de esa percepción que se populariza entre la población del país. En efecto, tras haber sido grabado en video y audio en varias jornadas de negociación con supuestos narcos del Cártel de Sinaloa, no sólo para financiar su campaña sino también para asesinar a sus contrincantes, el político guatemalteco fue capturado en Miami bajo graves sindicaciones.

Pero Estrada no es una oveja negra dentro del rebaño sino que es uno más de los que se esmeran por sacar provecho a su participación política en beneficio personal sin que el país y sus habitantes les importen un pepino. Desafortunadamente abundan las muestras a lo largo de los años de personas que se enriquecen desde que hacen campaña, tanto si ganan como si pierden, pero que aprovechan el financiamiento electoral para amasar fortuna o, por lo menos darse buena vida durante un período de tiempo.

La inexistencia de verdaderos partidos políticos en el país ha ayudado a que exista eso que Iván Velásquez identificó como el pecado original de la democracia guatemalteca, es decir, el financiamiento electoral podrido que constituye un soborno anticipado que acaudalados grupos ofrecen. Se trata de grupos que giran alrededor de un personaje, ya sea el fundador o quien tuvo la astucia de robárselo, cuyo objetivo es hacer negocios que, por supuesto, se pueden incrementar exponencialmente si alcanzan alguna posición de poder, no digamos si se gana la Presidencia.

La capacidad del Tribunal Supremo Electoral para investigar las finanzas de los partidos es limitada y eso es lo que alienta a políticos como Estrada a buscar el apoyo de cualquier tipo de financistas, incluyendo desde luego al narcotráfico que está presente en el juego aprovechando las mismas reglas que hacen tan fácil a los otros beneficiarios de la corrupción dedicar fuertes sumas para continuar acrecentando sus fortunas y privilegios.

Luego de las reformas que se hicieron para despenalizar el financiamiento electoral ilícito, la certeza de la cooptación y captura del Estado es más que evidente y fundada. Invirtieron mucho tiempo, esfuerzo y dinero para lograr la reforma legal porque no sólo querían librarse del castigo penal, sino que además querían asegurar la continuidad de la fiesta y por ello no sorprende que políticos como Estrada y sus colegas sigan recaudando dinero bajo la mesa.

Redacción La Hora

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