Estados Unidos ha puesto atención especial a las acciones desarrolladas por las autoridades gubernamentales, electorales y judiciales del país. Foto: La Hora

Estamos empezando la Semana Santa que constituye el descanso más prolongado dentro de las festividades de la patria y la población se prepara para la conmemoración de la Pasión y cada quien a su manera y de acuerdo a sus creencias, planifica la forma en que aprovechará el largo feriado. Sin embargo, ahora esta oportunidad se presenta cuando el país vive una de las mayores encrucijadas de la historia porque se tiene que definir en una elección el futuro de la corrupción que ha causado tanto daño a Guatemala, retrasando su desarrollo e incrementando las desigualdades sociales porque el Estado sirve a unos pocos y se olvida del resto, de aquellos que no tienen para comer, mucho menos para financiar una campaña.

Rara vez hemos tenido una elección con tanto en juego, porque generalmente nos hemos enfrentado a procesos en los que lo mismo da Chana que Juana, sabiendo que nuestro voto no tendrá ninguna repercusión porque, llegue quien llegue, el país seguirá en el mismo rumbo y con los mismos problemas, ya que damos por sentado que los electos llegarán al poder a hacer lo que han hecho todos.

Ya hace cuatro años los ciudadanos acudieron a las urnas sabiendo cuál era el trasfondo de la política tradicional, esa que se vende al mejor postor y que hace compromisos con los poderes fácticos que actúan como dueños del país. Hubo un voto de rechazo a lo de siempre y el ganador fue un advenedizo que no tenía ni idea de lo que le esperaba y, lo peor, que engañó a los electores presentándose como ni corrupto ni ladrón.

Fue un voto al menos más razonado que los de siempre y por ello el vuelco rotundo que cerró el paso a la vieja política, pero esta se ha reagrupado y con diversas caras y con variados gestos, se prepara para preservar su poder e impedir el castigo ciudadano, aunque para ello haga falta realizar algunos trucos de los viejos tiempos y se condicione el resultado al gusto del cliente.

Por ello es que ahora tenemos que reflexionar más seriamente y con profundidad sobre lo que está en juego y cuál será nuestro papel si no nos dejan elegir libremente mediante cualquier tipo de argucia.

El futuro del país está en nuestras manos y ahora sabemos entre qué debemos escoger y lo tenemos que hacer con sensatez y precisión porque no podemos llevar otro quebrón de cara como hace cuatro años. Una ciudadanía comprometida es el ingrediente para asegurar el cambio de Guatemala.

Redacción La Hora

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