Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

post author

Raúl Molina

Asistí a un conversatorio, con el auditorio repleto de estudiantes, para la inauguración del semestre académico del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Alberto Hurtado, en Chile. El título, que agregaba “De Trump a Bolsonaro”, fue muy llamativo para esta universidad, particularmente porque nos hacía pensar –y el lema de la universidad es que la comunidad está invitada a pensar– en una película que se llamó “El secreto encanto de la burguesía”, que hace decenios nos mostró el absurdo comportamiento de la “clase dominante” en los países capitalistas. Igualmente absurdas son las corrientes populistas de hoy, incluidas las que se autodefinen de izquierda. La verdad es que el populismo es en la mayoría de casos, un disfraz para la derecha, cuyo nombre correcto debiese ser “neo fascismo”. El fascismo siempre buscó el apoyo de las masas pero con obediencia ciega al “líder” (Hitler, Mussolini, Franco), manifestando su desprecio por la democracia liberal y la social democracia y atacando a muerte a los comunistas y socialistas (y a los grupos identificados como enemigos en cada país, como los judíos en Alemania).

Los expositores empezaron por afirmar que no existe una definición de populismo, lo que hace difícil encontrar su contrario (elitismo para algunos y apego a la tecnocracia para otros). El primero manifestó que surge del dilema de inclinarse o no por cualquiera de tres condiciones clave del mundo actual: la globalización económica; el concepto de Estado-nación y la exigencia creciente de derechos por parte de la ciudadanía. La segunda expositora señaló que el populismo puede interpretarse como una ideología sin contenido; el contenido es aportado por la mayoría de las personas que se suman al movimiento, pudiendo ser de derecha o de izquierda. Se busca la identidad popular con base a demandas y argumenta que intrínseco al movimiento están las tecnologías de información y comunicación, con falsificación de la realidad con noticias falsas y amañadas. Se recurre a las emociones –miedo, rabia, entusiasmo y orgullo– y se trata de infundir valores autoritarios en el discurso a los usuarios de redes sociales, con la idea de concentrar el poder. Como ejemplo se trajo a colación la rabia que produce el hecho de que 26 millonarios concentran el 50% de la riqueza mundial.

Hubo varias reacciones a las dos exposiciones. De mi parte, aporté los siguientes elementos: el populismo se propone como el canal para desahogar el descontento de las masas; es evidente que el sistema de partidos políticos ha fracasado, porque han dejado de ser el canal entre las masas y el Estado; las redes sociales, manipuladas por la derecha, pretenden inculcar la idea de que los usuarios son finalmente iguales con quienes generan la información, cuando en realidad son manipulados por estos; la única forma de lograr y ejercer la igualdad en la política es la democracia participativa, para la cual urge reactivar la lucha ideológica; y, finalmente, el populismo de derecha, el neofascismo, necesita el militarismo para establecer su poder. El reto es para las juventudes de ahora y nada se logrará sin la rebelión de las nuevas generaciones.

Artículo anteriorResistencia estudiantil contra la dictadura
Artículo siguienteLa farsa, el odio y la violencia como afrenta a la democracia