Creemos de manera absoluta en la igualdad del hombre y la mujer y rechazamos los privilegios históricos que surgen de la cultura del machismo; entendemos que dados los rezagos tiene que promoverse una protección especial para las mujeres porque su condición ha sido históricamente menospreciada o marginada y para alcanzar la igualdad hace falta la promoción de medidas que pueden llegar no sólo a la fijación de cuotas sino a que se les brinde mayor seguridad a efecto de que no se cometan abusos en su contra.

Pero todo ello tiene como fundamento y como meta final, la igualdad absoluta de hombres y mujeres frente a la ley y de ninguna manera se debe promover una especie de machismo a la inversa ni, desde luego, abusar de las disposiciones que hay para promover la igualdad a efecto de colocar a alguno de los sexos en ventaja frente al otro porque con ello se desvirtúa el concepto fundamental de la aspiración de igualdad que existe ahora en todo el mundo.

Viene a cuento lo anterior porque no puede ser que se use la Ley de Femicidio, que pretende proteger a la mujer de cualquier forma de violencia y acoso, como un instrumento de impunidad y es lo que ha ocurrido con dos mujeres en Guatemala que por decisión libre dispusieron participar en la vida política del país y que deben responder por sus actos. Cualquier ciudadano o ciudadana que incursiona en la política sabe que se somete al escrutinio de la opinión pública, pero sobre todo al escrutinio de la legalidad. Tanto Sandra Torres como Roxana Baldetti han tratado de ampararse en la Ley de Femicidio para evitar ese escrutinio en su contra realizado por autoridad competente y eso deja en mal predicado a la mujer en general porque es evidente el retorcimiento del espíritu de la norma que busca su protección.

Siempre se ha sabido que “hecha la ley, hecha la trampa”, pero ese aforismo es la destrucción del régimen de legalidad porque no podemos vivir en sistemas que dan cabida a la trampa cínica y descarada. La participación de cualquiera en política debiera ser edificante y no degradante y en el caso de las mujeres se convierte en oportunidad para destacar sus habilidades y competencias, pero los dos casos citados terminan siendo un muy mal ejemplo.

Si no están dispuestas ni preparadas para el escrutinio legal o público y se escudan en las leyes de femicidio mejor sería que no participaran porque en vez de enaltecer a la mujer, se produce lo contrario.

Redacción La Hora

post author
Artículo anteriorBorrón y cuenta nueva
Artículo siguienteR. Kelly actúa por 28 segundos en Illinois