Mario Alberto Carrera
marioalbertocarrera@gmail.com

A lo largo de la vida de todo humano hay un permanente conflicto y una crisis acaso sin solución: la construcción de nuestra identidad que supuestamente un pedazo de plástico –con sofisticado chip- define: documento de identificación personal. En países más desarrollados se llama documento de identidad.

Ese “plastiquín” rectangular dice cómo me llamo, el sexo al que pertenezco, mi nacionalidad y la fecha de mi nacimiento. En la otra cara ofrece datos menos relevantes en torno a quién soy.

Pero no es tan sencilla la cosa. Mi identidad es algo más complicado de perfilar. Dice el documento que soy guatemalteco. Pero ¿qué es exactamente ser guatemalteco? ¿Criollo, blanco, rubio y de ojos azules y de apellido Wyld, por ejemplo? O ¿ladino, moreno oscuro, pelo lacio, ojos negros y más bien bajito y de apellido Ixcotoyac? ¿Estoy satisfecho de lo que supone mi identidad o, por el contrario, me siento vejado, humillado, marginado y sin inclusión ni identidad por el sistema acaso todavía colonial y encomendero?

La interpretación crítica de la Historia -y no sólo su escritura y consignación de datos- es una asignatura pendiente en México, Guatemala o Bolivia, donde la identidad de sus ciudadanos aún está en pleno cuestionamiento y, no digamos, la de quienes son los autores de la interpretación histórica tradicional, parados sobre un statu quo cuyo soporte y basamento se encuentra podrido por la mentira.

La verdad y sus construcción y presentación académica, ha sido tradicional tarea de la clase dominante. Son excepcionales los casos en Guatemala de una interpretación de nuestra identidad a partir de un pensamiento no neocolonial. Creo que el único caso –de amplia difusión pública en este sentido- es el texto de Severo Martínez: “La patria del criollo” que es un “ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca” –como anuncia su subtítulo- a partir de la crítica que Martínez hace a la obra de Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán (“Recordación Florida”) descendiente directo de Bernal Díaz del Castillo, compañero de sangrientas armas primero de Hernán Cortés y después de Pedro de Alvarado, imputados de gavilanes por uno de nuestros más elevados escritores nacionales. El texto que Severo critica historicistamente se subtitula –como sabemos- “Discurso historial del Reyno de Goathemala” y en él se hace la defensa del criollo –desde un ¡extremo supremacismo!- y por lo mismo, un enfoque del indígena como un ser inferior de calidades proclives a ser subordinado. Con la intención o el intento histórico de defender la Conquista -a partir del mismo Bernal- tatarabuelo de Fuentes y Guzmán. La interpretación de Martínez es una genial intuición científica, porque acusa al criollo de justificar la Conquista sobre la base de una inferioridad racista y de una exaltación de linajes divinos.

Los personajes que son expuestos en la picota de la historia y de su posible ejecución son Bernal y su tataranieto don Fuentes y Guzmán.

Lo propio hace con Bernal –pero desde otra perspectiva- la Dra. Beatriz Gutiérrez Müller de López Obrador, esposa del Presidente mexicano, quienes aprovechando el estudio y tesis que la doctora ha hecho entorno a la obra de Bernal: “La memoria artificial en la historia verdadera de la Conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo”, han tenido la encomiable idea de conmemorar –primero- la batalla de Centla (1519) y luego -y de mayor consecuencias éticas y morales- la invasión y rendición de la colosal y bella Tenochtitlán, probablemente el 13 de agosto de 1521. Datos, fechas y efemérides de las que nuestro Bernal da perfecta relación y oceánico relato

Y, entonces, López Obrador le cuenta las costillas al Papa y al Rey, y se vuelve la de San Quintín.

Continuaremos el próximo lunes.

Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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