Alfonso Mata
La obra del gobierno de Morales aún no acaba y ya con desdén, la sociedad va olvidando, sin ningún reconocimiento y sin progreso alguno, su fatal error electoral.
Un gobierno respetable y progresista, mueve al ciudadano y lo motiva a componer y modificar en todos los campos posibles de su bienestar, a participar y acreditar. Cualquier hombre de la clase social que sea, aunque su alma y sus posibilidades sean pequeñas, cuando se ve rodeado de esperanza, de impulsos y motivaciones, añade algo al cambio: una mano, dinero, ideas, trabajo, a fin de que avance su entorno y su nación e impone a su creación personal, esfuerzo en lo social a fin de cambiar lo que le rodea. Pero la actualidad política y de gobierno que tenemos, lo que permite es frustración, olvido y abandono. Un hoy duro y desesperanzador en que el vivir diario, no puede encontrar posibilidades para salir de tantas limitaciones.
Hemos tenido tres años sin que podamos vislumbrar una mejor vida y un gobierno que de ello no comprende ni atiende nada. Hemos recibido y vivido de los que nos gobiernan, un diario pretexto cuajado de promesas, mentiras, engaños y traiciones y hemos tolerado el juego de “hacer lo mismo para los mismos”, sin mostrar el menor estremecimiento ante su mal proceder y actuar y dejando de trasfondo, una torre de herejías y malos hábitos en el manejo de la cosa pública y la justicia, y los que se van con descaro dejan espacios en toda la estructura de gobierno para beneficio de su ambición descarada. Los recursos, las instituciones, las normas no son más que medios subordinados a su ambición de riqueza y poder, dejando en las páginas de su historia, una nación en decadencia, con un político cebado por el oro y no por el deseo de servir. De manera semejante, a prostituido reducido y desaparecido su misión de juez ante la Constitución y la Ciudadanía, perdiendo credibilidad ya que no solo puede ser juzgado sino condenado.
Una nación a la deriva con sus necesidades es lo que tenemos. Es la conclusión de un período sin gloria ni premio, sólo compromisos y sentimientos mediocres y venta de pasiones y ganancias rápidas y políticas clientelistas, todo eso llamando a la ignominia. Ante eso, al ciudadano sólo cabe la esperanza que mañana suban hombres y mujeres que osen hacer lo que no se hizo y dejó de hacer, y actúen sobre la palabra correcta: Constitución y justicia a favor de un cambio. Eso necesita de audacia, fe en lo justo y equitativo y grandeza de visión y práctica. Puestas las cosas así, mientras nuestra política y políticos vivan de compromisos y tranzas haciendo porquerías sin dar cuenta a los demás, la situación no va a cambiar. La verdad es que no se trata de una pequeña discrepancia entre política y sociedad que pueda dejarse pasar, tiene efectos que van más allá de los confines de la resignación: reduce a muchos a una pobre calidad de vida y bienestar.