Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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En mercadeo, la propuesta de valor es la necesidad que tienen los consumidores que un producto o servicio promete satisfacer. Es una promesa que al final del día el empresario deberá cumplir, so pena de que los consumidores no vuelvan a comprar su producto.

En este proceso electoral, la propuesta de valor de los candidatos debería ser su programa de gobierno, y si finalmente resultan electos la ejecución eficaz del mismo. Al momento, no hay ningún programa de gobierno documentado. Es decir, si existe algún atisbo (lo pongo en duda) de qué acciones van a realizar los candidatos para gobernar nuestro país y atender las necesidades del electorado si ganan esta contienda electoral, no lo tienen por escrito. Son solo palabras que se las lleva el viento. Lo más cercano a un programa de gobierno documentado lo tiene el MLP. Y digo lo más cercano, porque el documento esboza a grandes rasgos algunas acciones que pretenden realizar sin indicar como lo harán. Si uno consulta programas de gobierno de candidatos de países medianamente desarrollados, encontrará que son documentos extensos que detallan todas y cada una de las acciones que van a realizar, en qué plazo las van a realizar, con qué recursos y de dónde saldrán los mismos. Esos programas quedan guardados en equivalente de dicho país del TSE. De tal forma que al final del período de cada funcionario, se puede evaluar cuantitativamente el porcentaje de cumplimiento de su programa de gobierno. A la vez, eso deriva en que los votantes tienen un mejor criterio para decidir si en las siguientes elecciones votarían por el mismo partido o candidato o no (dependiendo si existe o no reelección).

En nuestro caso nunca hemos tenido algo similar. Los candidatos van de municipio en municipio, antes en caravanas de vehículos, ahora en helicópteros, haciendo ofrecimientos de todo tipo sin ningún sustento. Y como no existen documentos donde se puedan realizar mediciones del cumplimiento de las promesas, no se llega a saber la efectividad real del gobernante. De allí que cada gobernante es peor que el anterior.

No existen al momento planteamientos serios y coherentes sobre cómo se van a abordar nuestros principales problemas de fondo: desnutrición crónica infantil, salud, educación y corrupción. Menos los de la mala situación económica o la violencia (los intentos de combatirla con “inteligencia” y “mano dura” fueron sonoros fracasos), que ya están dejando de ser coyunturales y pasan a ser tan sistémicos como los primeros cuatro. Y lo peor es que ningún candidato da señales de entender que si no resuelve primero los problemas de fondo, no vamos a tener nunca un despegue económico y sí vamos a continuar en la espiral de violencia que nos azota cada vez con mayor fuerza, así como con el incremento de personas viviendo en niveles de pobreza y extrema pobreza.

Caritas sonrientes, eslóganes pegajosos y ofrecimientos falsos no son una propuesta de valor. Para que Guatemala mejore, requerimos de personas serias con programas de trabajo coherentes y la disposición de cumplirlos.

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