Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Víctor Ferrigno F.

Manuel Colom Argueta no sólo fue un político y un académico; también fue un estadista. Eso, y su calidad humana, han hecho que su memoria venza al olvido en un país de amnésicos. El pasado 22 de marzo se conmemoró el 40 aniversario de su cobarde asesinato, con un acto poco nutrido, promovido por las y los memoriosos que reivindicaron su legado.

Hace años, en Antigua, José Saramago definió a los políticos como “la ambición en dos patas y, a veces, sin cabeza”. Aunque con escasas y honrosas excepciones, la definición retrata a nuestra clase política que, desde la izquierda o la derecha, ha llevado al país a un sumidero, por acción u omisión.

Sin idealizarlo, sin sacralizar al mártir, pienso que Meme Colom trascendió esa estirpe de politicastros y alcanzó la talla de un estadista, cuya lucha fue truncada prematura y arteramente. Se preocupó –y se ocupó– del país, de su gente, de sus recursos y de su soberanía, presentando un programa y una estrategia nacional coherente y con visión de futuro. Sin demagogia, supo entender las demandas de su gente y de su tiempo, y encarnó un tipo de dirigente que parece estar extinguiéndose.

Así, el Frente Unido de la Revolución –FUR– liderado por Colom Argueta, se convirtió en una alternativa real de poder, con un amplio apoyo popular. Por eso lo asesinaron con tanta sevicia, siete días después de inscribir al partido, el 22 de marzo de 1979, en un operativo dirigido por el alto mando del Ejército. La Comisión de Esclarecimiento Histórico reseñó, con rigor y detalle, lo que constituye un crimen de Estado que debe ser aclarado y juzgado.

Nació en 1932, se formó en el Instituto Central para Varones y se graduó de abogado en la Universidad de San Carlos a los 25 años. Alternó sus estudios con una activa participación política en el ámbito universitario y nacional. En 1954, pocos meses después de la invasión mercenaria a nuestro país, el bachiller Manuel Colom Argueta fue uno de los firmantes del denominado “Manifiesto de los 33”, mediante el cual un destacado grupo de ciudadanos se opuso públicamente a que se realizara una caricatura de Asamblea Nacional Constituyente, con el fin de legalizar la dictadura de Carlos Castillo Armas.

Recién graduado, gana una beca y parte a Italia a formarse en Derecho del Trabajo y urbanismo. En 1960 se integra al Movimiento 13 de Noviembre, dirigido por suboficiales del Ejército en contra de Ydígoras Fuentes, del cual se distancia por diferencias respecto a la lucha armada. Un año después, junto a otros patriotas, funda la Unión Revolucionaria Democrática, esfuerzo organizativo al que le dedicara 28 años, hasta lograr la inscripción del FUR, aún a costa de su vida.

El tema de un programa nacional que contuviera las directrices del cambio que Guatemala necesitaba fue otra de sus grandes preocupaciones, compartida con figuras de la talla de Adolfo Mijangos. En 1966, la Editorial Costa Amic les publica “Bases para el desarrollo económico social de Guatemala”, documento que constituirá la plataforma política de esta corriente. Colom Argueta gana la Alcaldía capitalina, desarrollando una de las mejores administraciones municipales, al impulsar el “Plan de Desarrollo Metropolitano 1970-2000”, en el que plasma, en el largo plazo, una nueva concepción del urbanismo, centrada en el ser humano y no en el asfalto y el ornato.

El legado político y humano de Colom Argueta es muy amplio, pero demuestra que tenemos pendiente resolver el reto de construir, concertadamente, un proyecto de nación, un programa de gobierno y un movimiento social que nos permita edificar el país libertario con el que Manuel soñó.

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