Eduardo Blandón
Se vienen días, meses, hasta las elecciones, de lucha fratricida por alcanzar el poder. Digo “fratricida” por conventual, pero en realidad se trata de un período de enfrentamientos intestinos, crueles y sin piedad con la única intención de gobernar nuestro depauperado país. ¿Depauperado? Sí, empobrecido, pero aún con muchos recursos para enriquecer a cualquiera de las bandas con sus ya afiladas hachas.
Por ello es bueno que se prepare para las campañas negras, las denuncias y los trapos al sol de la vida disoluta de algunos de los candidatos a puestos populares. Y como ya ha de saber, al no ser inmaculados, algo se tiene que hurgar en la vida privada para descalificar hasta al más puritano de los aspirantes.
En esa batalla campal, desmedida e inescrupulosa, forman filas ejércitos de obreros, especializados y apenas alfabetas, para la cacería en favor del triunfo de quien los patrocina. El resultado está a la vista, grabaciones de audio, fotografías, documentos, bulos, desinformaciones… todo para crear un espacio vital que permita al más anémico candidato una posición de ventaja.
Mientras eso sucede, usted debe estar advertido que todo es un espectáculo, una puesta en escena de los chacales de nuestra política de provincia. El drama de un sistema político en el que no existen límites y, menos aún, ética. Sí, aquello de Hobbes, Bellum omnium contra omnes, o lo que es lo mismo, la guerra de todos contra todos.
Ya tocarán sus puertas, de hecho, lo harán a diario, para que usted les conceda el voto y exprese su anuencia a sus cantos de sirena. Le endulzarán el oído, hablarán de su proyecto político (¿?), insistirán en su buena voluntad, de su amor por Guatemala, su experiencia, conocimiento y hasta de legados, si es que son hijos de algún familiar de infeliz memoria. Debe entender que la mayor parte de ellos solo codician los puestos para beneficio particular, jamás por su bien ni el de Guatemala.
En ese contexto, lo bueno es que se distraiga y haga lo contrario a la recomendación de Pascal. Aíslese, ponga música, cambie de canal y si va por la calle no lea la propaganda. Repítase como mantra que los políticos le importan un pito. Imagine que va por un estercolero y lo recomendable es ponerse a salvo de la caca esparcida en el ambiente. Póngase a salvo de todos los que participan aun colateralmente de la vida política.
Una cosa más. Si piensa votar, porque, bueno, aún tiene fe en la democracia, le doy la siguiente recomendación. Nunca vote por quienes el CACIF muestre preferencia. Esa es buena guía. Observe la opinión de los dueños de bancos, las cámaras empresariales y, claro, por qué no, de quien maneja el cotarro de los sindicatos, especialmente el de educación. Si ellos expresan preferencia por alguien en particular, es la señal divina de que la cosa va por otro lado. No se vaya a equivocar, es casi seguro que no se arrepentirá.