Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

[…] La infraestructura con la que actualmente cuenta Guatemala, a nivel nacional, evidentemente ya no responde a las necesidades reales de la población ni a las demandas de crecimiento propias del siglo XXI como producto de ese inexorable paso del tiempo al que nadie escapa. Si hacemos una retrospectiva, inclusive, no mayor a 50 años, fácilmente podremos darnos cuenta de que el país poco ha cambiado en términos de la realización de verdaderos proyectos de infraestructura que vayan más allá de la construcción de centros comerciales y edificios de vivienda (y algunos pasos a desnivel en la capital que rápidamente se ven rebasados por las necesidades reales en tanto vías de tránsito vehicular). Y claro, existen distintos factores de la historia reciente del país que es preciso considerar para entender tal situación, pero, en honor a la verdad, en términos generales, puede aseverarse que la falta de visión y voluntad en tal sentido, aunadas a la corrupción (y a la ignorancia, en muchos casos), han ido sumiendo al país en una suerte de estancamiento que se ve reflejado en el día a día de la población y que, lógicamente, no contribuye en nada al desarrollo del Estado. Las carreteras, por ejemplo, sumamente deterioradas en la actualidad, en la mayoría de casos, aunque se diga lo contrario, no han pasado de pavimentaciones cosméticas y arreglos mínimos intrascendentes que, si acaso se realizan, son momentáneos y costosos. Y lejos de que se escuchen propuestas mediante las cuales se visualice un verdadero cambio en tal sentido (por ejemplo, la construcción de una verdadera autopista de varios carriles como las de los países desarrollados), sencillamente son inexistentes. El país ya no puede seguir pensando en pequeño, en puentes y libramientos que no resuelven los problemas de fondo y que, de más está decirlo, las más de las veces son reiteradamente cuestionados. Rutas como la que conduce al occidente del país o la que lleva de Escuintla a Retalhuleu –por citar un par de ejemplos–, son vitales para la economía y para que desfogue todo el tránsito que en esas rutas resulta realmente fastidioso y costoso… Guatemala tampoco cuenta con un estadio de fútbol digno de las millonadas que se han invertido en ese deporte; no cuenta con un sistema eficaz y eficiente de transporte público colectivo como el tren que actualmente construye Costa Rica o el que ha proyectado construir México en su zona sur; no cuenta con verdaderos centros de investigación en ciencia y tecnología (por eso se escapan muchos cerebros científicos del país); no cuenta con…, bueno, quizá resulte ocioso enumerar todo aquello que seguramente se convertiría en una extensa y dolorosa lista de nunca acabar. Lo cierto es que las necesidades en infraestructura son muchas, y las soluciones realmente escasas. Por ello, y dada la coyuntura por la que atraviesa el país, este resulta un momento justo para cuestionar acerca de cuáles son las propuestas que existen al respecto, es decir, si es que existen…

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