Emilio Matta Saravia
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Después de analizar las cifras de remesas que ingresaron el año pasado y en estos dos primeros meses del año, no puedo más que expresar mi más profundo agradecimiento a cada una de esas personas que han arriesgado sus vidas, a todas aquellas personas que la perdieron, en un viaje lleno de peligros en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias, los migrantes. Y que al final de dicha travesía comienzan a enviar de regreso a Guatemala el fruto de su trabajo: las remesas.
Los datos son fríos y contundentes: en 2018 las remesas enviadas desde Estados Unidos fueron equivalentes a más del 84% de las exportaciones del país. Hace un lustro solamente equivalían al 50% de las exportaciones. Y si no aumentan significativamente los precios de los principales productos tradicionales de exportación (café, azúcar aceite de palma y banano) en los próximos dos años, para el año 2020 las remesas familiares serán mayores al monto total de las exportaciones nacionales. Además, incrementaron más del 13% en 2018, mientras que las exportaciones se quedaron estancadas. Sin el aporte de las remesas, la situación económica del país sería caótica, los índices de desempleo mucho mayores. Esta es nuestra dura realidad.
Y por eso inicio esta columna agradeciendo a los aproximadamente 2 millones de compatriotas radicados en el país del norte, ya que el fruto de su trabajo es uno de los pilares más importantes de nuestra maltrecha economía, así como el más sobresaliente motor del crecimiento de la misma. El crecimiento de las remesas familiares en 2018 representa cerca de la mitad del crecimiento que tuvo nuestra economía el año pasado. Como mínimo se les debe dar el debido agradecimiento, principalmente por parte de quienes nos gobiernan, ya que los han salvado de una nota mucho peor.
Y recalco el como mínimo, ya que, con su incuestionable aporte, nuestros gobernantes deberían tener mucha mayor consideración de la que tienen actualmente con nuestros connacionales en el extranjero, principalmente en lo que a sus derechos se refiere. Y dentro de estos derechos, el derecho a voto es un tema no resuelto por nuestras autoridades debido a su incapacidad y negligencia para atenderlo. Si un grupo de personas como los migrantes ha logrado incidir tanto y tan positivamente en nuestra economía (su ingreso per cápita se puede calcular en por lo menos tres veces el de los guatemaltecos que viven aquí), el negarles obtusamente su derecho a elegir a nuestras autoridades, un derecho que no pierden por irse a vivir a otro país en busca de un mejor futuro para ellos y sus familias, raya en lo criminal por parte de nuestras autoridades.
Y estoy seguro de que los guatemaltecos residentes en los Estados Unidos harían sentir su peso en los procesos electorales, en perjuicio de diputados y alcaldes (esos pequeños dictadores producto de nuestro mal diseñado sistema político que les permite la reelección indefinida). Un poderoso motivo para negarle el voto al migrante.